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El 13 de febrero de 1880, el insigne maestro y patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos fundó la primera escuela de República Dominicana dedicada a la formación de maestros. Desde entonces, hasta la caída de la dictadura trujillista, el ejercicio magisterial no fue más que un oficio mal remunerado, ejercido, en el mejor de los casos, por bachilleres con ciertas perspectivas de futuro. Los gobiernos de Trujillo no lograron darle una adecuada respuesta a la necesidad de que nuestro sistema de instrucción pública pudiera disponer de maestros técnicamente habilitados para cumplir con idoneidad el desempeño de sus funciones. En esos tiempos, apenas un 4% de los profesores en servicio estaba en posesión de un certificado de maestro normal o de un título profesional. Y no fue hasta principios de los años 50 del pasado siglo 20 cuando de nuevo fueron creadas escuelas de formación y capacitación de maestros: la Félix Evaristo Mejía en la ciudad de Santo Domingo y la Emilio Prud Homme en la ciudad de Santiago de los Caballeros. Los programas de formación y capacitación de maestros en la llamada “era de Trujillo” no propiciaban innovaciones relevantes ni en la práctica docente ni en la producción de conocimientos. Tampoco, reforzaban la integración de los procesos formativos.
Con el advenimiento de la democracia, las autoridades de educación, contando con la participación de universidades y con la ayuda de organismos internacionales, iniciaron un movimiento de reforma de la instrucción pública cuyo objetivo principal fue la titulación de los maestros en servicio. Las universidades UASD, PUCMM y la UNPHU desempeñaron roles estelares en la materialización de dicho proyecto. Gracias a esas y otras medidas, más del 80% de los maestros en servicio logró titularse. Y decenas de ellos cursaron estudios de post grado en universidades extranjeras becados por organizaciones internacionales.
En la actualidad, la profesión de maestro se cuenta entre las preferidas por los estudiantes universitarios de nuevo ingreso. Más de 50 mil jóvenes cursan estudios de pedagogías en más de una veintena de instituciones dominicanas de educación superior que los ofertan.
Los salarios que devengan los maestros de escuelas públicas no son tan altos como cabría esperarse que fueran; tampoco, tan bajos como en ocasiones suelen alegar los dirigentes de las organizaciones magisteriales.
Hoy, es muy difícil que una persona logre ocupar un puesto de maestro en una escuela pública o en un colegio privado sin estar en posesión de un título universitario.
Una de las lecciones que pudimos extraer de nuestra participación en proyectos de reforma de la educación es la necesidad de poner tanto énfasis en los contenidos de las asignaturas que se enseñan como en las didácticas empleadas en hacerlo. Otra, el entender que en materia de educación, la calidad y la igualdad no son objetos intrínsecamente incompatibles; y que para hacerlos compatibles hace falta un equilibrio mucho más cuidadoso de la importancia que suele concederse a ambos aspectos.
Después de agotar una larga jornada de discusiones y de intercambio de punto de vista entre sus miembros, el Consejo Nacional de Educación Superior Ciencia y Tecnología aprobó una nueva normativa para la formación docente en la República Dominicana. Se entiende que con ello nos colocamos en la vía correcta de formar y capacitar maestros acorde con los nuevos tiempos. Ninguna ley tiene virtualidad por sí misma. En última instancia, la responsabilidad de cumplir con lo acordado corresponde a las universidades y las demás instituciones de educación superior que ofertan la carrera docente.