¿Consenso?

¿Consenso?

En las vistas públicas efectuadas martes y miércoles de esta semana en la Cámara de Diputados han sido planteadas numerosas propuestas de enmienda al proyecto de reforma tributaria, que erróneamente han denominado «fiscal», sometido ante esa cámara por el Poder Ejecutivo.

En las exposiciones de grupos políticos y asociaciones empresariales ha quedado de manifiesto que no existe el consenso pregonado por las autoridades a raíz del diálogo entre el Gobierno, una parte del empresariado y representantes de partidos políticos, que tuvo como moderador a monseñor Agripino Núñez Collado.

En ese ejercicio siempre quedó clara la posición del sector turístico, cuyos principales representantes objetaron aspectos de la reforma a que habían sido «consensuados» por el Gobierno y el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP).

-II-

La abundante oposición al tipo de reforma tributaria que pretende el Gobierno deja abiertas muchas interrogantes.

Por ejemplo, no queda claro que la reforma haya sido concebida tomando en cuenta la ineludible necesidad de competir en el exigente mercado de los Estados Unidos, una vez entre en vigencia el tratado de libre comercio.

De las exposiciones se desprende que en la reforma predomina el interés de llenar el hueco que quedará en los ingresos del Estado al ser desmontados los aranceles y la comisión cambiaria. No parece que se le haya puesto mucho caso a los efectos que sobre la competitividad surtirá esa vocación meramente recaudadora.

También se percibe que el Gobierno, como proponente de la reforma, y los partidos que la han estado combatiendo en las vistas públicas y antes, están cuidándose demasiado de incurrir en sacrificios políticos, faltando menos de un año para unas elecciones congresionales y municipales que prometen ser cruciales para algunas de estas organizaciones.

-III-

Lo que debe quedar claro es que el tipo de reforma que requiere el país es una que modifique la tendencia a penalizar más el consumo que las rentas y que convierte a los grandes capitales en agentes de retención que se limitan a transferir (no siempre, a juzgar por la evasión del ITEBIS) los tributos que pagan los que menos pueden.

El Gobierno y quienes han estado debatiendo esta propuesta de reforma tienen que llegar al convencimiento de que el país necesita estimular la producción y el desarrollo, impulsando una capacidad exportadora competitiva. Se requiere atraer más inversión de capitales en la República Dominicana.

Un país que pretende penetrar al mercado estadounidense tiene que tratar de vencer obstáculos como los subsidios que reciben los productores de ese mercado, y esto solo es posible con una adecuada reforma fiscal, no solamente tributaria. Para eso es que debe haber un consenso real, no «soluble» como el que la práctica de las vistas públicas ha desmontado.

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