Uno de los temas predilectos de Pepín Corripio es el de familias que alcanzan considerables riquezas, y las conservan o acrecientan a través de varias generaciones. No se cansa de decir que todas las empresas tienden a la quiebra. Si no ocurre así, es porque los propietarios y administradores se empeñan en evitarlo con sus diligencias y constantes cuidados. La fuente de la riqueza podría ser una combinación de inteligencia, fuerza de voluntad, disciplina y persistencia. Es frecuente que un hombre pobre llegue a ser rico por obra de su trabajo. Muchos hombres que fueron pobres llegan a ser ricos; pero son muchos más los pobres de nacimiento que continúan siendo pobres toda la vida.
Pepín estima que la escasez de la pobreza prepara para las luchas por alcanzar la riqueza; y, desde luego, tiene razón. La sobra de medios opera como “ablandador” de la voluntad y de la disciplina. Pepín disfruta al citar un refrán cubano que reza: el abuelo, bodeguero, el padre, caballero, el nieto pordiosero. Quiere decir que el abuelo, trabajando en un almacén, “conquistó la fortuna”; el hijo, gracias a esa riqueza, vivió como un caballero; pero el nieto, que no vio los esfuerzos del abuelo, que todo lo encontró “estabilizado”, pierde la riqueza y termina siendo pordiosero. El problema es, pues, conservar la riqueza heredada.
El filósofo tunecino Abenjaldún, en el siglo catorce, observó que el hijo del creador de un reino, o de un emporio, los conservaba por haber convivido estrechamente con el fundador; el hijo del hijo, en cambio, los perdía por no tener las destrezas del abuelo. De ahí la necesidad de criar a los príncipes en un régimen de austeridad y disciplina; no en la molicie, las complacencias y el privilegio. Pepín sostiene que los herederos de grandes empresas deben crecer en una atmósfera de pobreza artificial.
Todo esto tiene una vertiente personal y privada; y otra colectiva, social, histórica. Pepín es heredero; a su vez, tiene herederos que deben prolongar los negocios de él y de su padre, y seguir produciendo empleos y riqueza. Al fin y al cabo, la Renta Nacional es la suma de las tres rentas: del trabajo, del capital y de la tierra.