Consideraciones acerca de cambios y aceptaciones

Consideraciones acerca de cambios y aceptaciones

Kenneth Boulder, eminente economista y pensador social (citado por Alvin  Toffler en su famoso libro El Shock del Futuro) asegura que “El mundo de hoy es tan diferente al mundo en que yo nací, (S. XX) como éste lo era del mundo de Julio César”. “Nací en el medio de la historia humana… y desde mi nacimiento ha sucedido casi tanto como todo lo que sucedió antes”.

No abrigo yo la menor duda de que entre quienes pertenecen a esta época existe un desconcierto total. La velocidad de los cambios es alucinante, vertiginosa. Cuando miro a los niños de hoy, a mis nietos y otros pequeñuelos, me entristece que, si no hay un cambio -lo cual es harto difícil- ellos habrán de vivir un mundo sin valores estables capaces de sostener a la persona cuando todo cambia de un día a otro.

Incluso un personaje como Trujillo, para divorciarse de su esposa Bienvenida Ricardo dispuso una Ley (promulgada el 19 de febrero de 1935) estableciendo como válida razón de divorcio la falta de hijos luego de cinco años de matrimonio. La Primera Dama había partido hacia París en diciembre del 34 con la esperanza de lograr con un tratamiento poner fin a sus abortos. Inútil esfuerzo. Se trataba de la versión trujillista de los famosos “Escrúpulos de María Gargajo”, quien mientras pretendía pulcritudes, escupía en la sopa.

Pero los escrúpulos han ido desapareciendo. No sólo aquí. En el mundo.

Hasta la escrupulosidad en las apariencias ha desaparecido dentro de una nubecilla débil, transparentosa y volandera.

Esta semana he visto en la prensa internacional un despacho de la Agencia EFE desde Roma, que un ayuntamiento de la zona costera de Nápoles ha impuesto multas hasta de 500 euros a las féminas que lleven vestidos cuyas ¿faldas? sean tan cortas que muestren nalgas y región frontal al descubierto. (La noticia va acompañada de una foto con un par de chicas de espaldas con total plenitud de rotundos traseros al aire).

Todo es viejo, y está regulado por las aceptaciones de los tiempos. En países europeos se permitía el desnudo femenino en los escenarios, siempre que no se movieran y lograran una belleza estatuaria. Entre los griegos antiguos y hasta en nuestros indígenas tainos se permitía la exhibición de los senos. Hoy resulta noticia que se les escape un seno del impreciso control de un escote peligroso, diseñado para provocar inquietud sexual más que logro estético.

Tal vez la diferencia de nuestros tiempos con los pasados se resuma a que hemos perdido la restricción del pudor en los poderosos sensatos. Atropellamos mundialmente a los más débiles, A los más vulnerables. A los tontos.

Somos los nuevos Bárbaros, peores que los antiguos, porque se supone que tenemos mayor educación. Pero la usamos mal.

Estamos acabando con el planeta y desconcertando más la humanidad.

A sabiendas.

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