Consideraciones acerca de la juventud

<p>Consideraciones acerca de la juventud</p>

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Un canto de los jóvenes estudiantes medievales, notable en la Universidad de Heidelberg -Alemania- estaba, naturalmente en latín, porque era el idioma de la inmortalidad del conocimiento. Aunque ese idioma, como también en mayor escala el griego, luzcan enterrados en el olvido actual desde donde se levantan brevemente en palabras de eruditos o respetuosos de la cultura originaria, el pensamiento de esos clásicos es actual, moderno.

El caso a que me refiero es el de una de las canciones universitarias que, traducida, dice: “Alegrémonos pues mientras somos jóvenes, pues tras la jocosa juventud, viene la molesta senectud y seremos poseídos por la tierra” (Gaudeamus igitur, juvenes dum sumus…)

Pero, ¿es la juventud algo más que un difícil período de tránsito que puede -y debe- aplicarse a una formación positiva para crear una vida buena (no a lo que llamamos “una buena vida” cargada de valores negativos)?.

Cervantes habría de ofrecernos la misma idea de aquellos estudiantes medievales cuando dice en Rinconete y Cortadillo: “Holgaos hijos, ahora que tenéis tiempo, que vendrá la vejez y lloraréis en ella los ratos que perdistéis en la mocedad”.

Todos los extremos son malos, y me apena el monumental desarrollo de hedonismo, de la gozonería y la facilitación que hoy se posa sobre los jóvenes y está resultando muy dañina, para ellos y la humanidad.

La indisciplina, la concesividad y el otorgamiento de una “comprensión” a las inconductas juveniles, ha ido creando monstruos desde la tierra infancia llevando a que la actividad criminal blandamente aceptada por los adultos, con argumentos tan errados como que “estos son otros tiempos”, “son cosas de la juventud moderna” o “los niños y jóvenes de hoy saben más que los de antes”.

¿Qué saben más? ¿Manejar computadoras y equipos electrónicos que dan respuestas instantáneas a cualquier eventual inquietud informativa y cuyo resultado cae en el aforismo “Lo que fácil entra, fácil sale” que los anglos repiten como “Easy come, easy go”?

Día a día ¿no nos abruman niños y adolescentes criminales, distribuidores y consumidores de drogas, simuladores malvados, asesinos y ladrones?.

¿No ha sido necesario reformar, en algunos países, el castigo a los delitos de menores de edad?

En el Ariel de José Enrique Rodó, obra publicada en 1900 que tuvo un gran impacto, el autor habla a la juventud para que “vuelva la espalda al materialismo utilitarista de origen anglosajón y se incline por el mundo de la belleza, del ideal y de la gracia”.

El mundo de Ariel concreta diversos pasos de la humanidad: del helenismo y del cristianismo, que para el escritor y pensador uruguayo, vino a completar el mundo griego-clásico, cuyo personaje clave es Pablo de Tarso “el más cristiano de los griegos y el más griego de los cristianos” cuando funda las primitivas iglesias de Filipos y Tesalónica.

Así Rodó incita a este mundo del espíritu a la juventud americana, señalando al mismo tiempo la vía contraria: el mundo de la materia grosera, basándose en el Calibán del francés Ernest Renán (de data de 1878) y en La Tempestad de Shakespeare que presenta a Ariel y a Calibán y deja al final una incógnita de retorno donde la historia vuelve al principio para empezar de nuevo.

Yo había creído, pensando en Platón, que un extremo necesariamente lleva al punto opuesto, y que el desenfreno iba a llegar a un próximo final, sin que transcurriera mucho tiempo.

No ha sido así.

Continuamos descendiendo.

La moral, el altruismo y el esfuerzo ennoblecedor se han tornado antiguallas merecedoras de burla y ludibrio.

Estamos en el reino de los antivalores.

Confiemos, para obtener cierta paz, que Platón tuviese razón y que vengan tiempos no lejanos de moral y de bien.

Que no se dan silvestres.

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