Consideraciones sobre la unión homosexual

Consideraciones sobre la unión homosexual

Luego de haber visto en “Diario Libre” la fotografía de un nutrido grupo de homosexuales en la piscina de la Embajada de los Estados Unidos de América, a muchas personas se les ha hecho más difícil entender cuál es y en qué principios se basa la filosofía de la tolerancia y la igualdad que preconiza la misión estadounidense en el país; por lo cual tal vez lo más oportuno y pertinente es que los dominicanos nos dispongamos, libres de todo prejuicio, a tratar de entender las consecuencias para nuestro país de la avanzada diplomática del gobierno de esa amada y gran nación.

En estos momentos hay muchos miles de dominicanos desconcertados, irritados o preocupados en cuanto al rumbo por el cual se nos está llevando, en función de unos valores supuestamente democráticos, pero que no tienen mayor reparo en cuanto a que, como dijo un gran pensador, una democracia solamente es legítima cuando es compatible con la dignidad humana. Lo cual, para nosotros, es asunto crítico, porque a los pobres de este país este embate les mina la precaria racionalidad que les queda de la moral de sus ancestros.

A nuestros niveles de ignorancia y pobreza, el desconcierto psíquico y moral suele ser catastrófico. Las personas que se consideran civilizadas pueden tolerar y hasta celebrar ciertas libertades y permisividades de esas que suelen tenerse como propias del progreso de los pueblos.

Y nadie puede, en los actuales contextos, impedir que dos o más personas de uno o de otro sexo se asocien en grupos o en pares para lo que les parezca, sin que nadie se lo cuestione. Pero cosa bastante distinta es violentar las bases lógicas de nuestra lengua y pensamiento, por ejemplo, llamando matrimonio a una de esas uniones, ya que la palabra matrimonio viene de “madre”, “mater” y “matriz”. Toda vez que se trata de una institución legal y consuetudinariamente establecida para proteger a la familia y a los que nacen de una misma madre y una misma matriz.

De modo que una unión consensual o contractual entre dos hombres no puede llamarse matrimonio. Posiblemente convendría un neologismo derivado de las palabras inglesas “marriage”, o “marriagement”, que adaptadas al español se diría “mariage” o “maridaje”; puesto que se trata de la relación de dos maridos, no de un marido con su mujer.

En el caso de dos mujeres, podría llamarse “esposaje”, “desposaje” o “desposamiento” (entre dos esposas). Y así respetamos la buena lógica, la lingüística, la moral y el sentido común.

Los poderes que controlan la política de los EUA parecen haber olvidado que la suya y todas las democracias occidentales modernas tienen su fundamento en el cristianismo. Dios nos hizo a todos libres, pero en nombre de esa misma libertad no debemos permitir que a fuerza de presiones diplomáticas y mediáticas, nos metan costumbres adversas y deleznables.

Toda sociedad debe tener como fundamento una doctrina jurídica que promueva la libertad individual como parte de un proyecto de nación con sentido de futuro. Jamás de degradación o extravío.

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