Considero positivos los cambios; algo se moverá y traerá fresca brisa

<P>Considero positivos los cambios; algo se moverá y traerá fresca brisa</P>

No pocas veces he escrito acerca de la movilidad, del incesante cambio y transformación de todo lo creado, desde los inicios –que científicos de  monumental capacidad pensante persiguen en estos mismos días, con equipos descomunales y tal vez terroríficos, porque nadie sabe lo que puedan encontrar para aumentar las incógnitas primarias de la materia universal,  que son tal como esa línea inexistente que llamamos horizonte  y que no es más que nuestro límite visual… si nos acercamos, se aleja.

La persecución es multisecular. No debemos olvidar a Tales de Mileto (s. VII a.C. hasta mediados del s. VI a.C.) de quien Aristóteles, autoridad máxima para las interpretaciones de toda la presocrática afirma que Tales enseñaba que el principio de todas las cosas es  el agua; es decir, el estado de humedad.

En libro del Génesis 1 encontramos que “todo era un mar profundo de oscuridad y el espíritu de Dios se movía sobre el agua”. ¿No resulta sorprendente la mención acuática surgiendo de tan distantes fuentes?   Perdónenme este preludio que no me dejó en paz hasta que no lo escribiera, pero es que existe una relación con lo que quiero señalar.

Y vuelvo: todo  se mueve, pero lo importante es que para seguir los patrones generales del mundo, es necesario manejarse con un cuidadoso equilibrio entre lo transitorio y  lo permanente.

¿Qué merece permanecer y qué, cumplida su misión circunstancial y limitada a las realidades de las circunstancias nacionales, debe sustituirla?

Personalmente, no soy afecto a los gobiernos largos. Los  “¡Vuelve y vuelve Balaguer!” siempre me sonaron mal y aunque de niño (nací en 1931) entendía que Trujillo –que siempre fue muy cortés conmigo y mi padre-,  debía, en cierto momento  dar por terminada su tarea gubernamental y crear un orden sin miedo, lo cual entonces parecía posible. Irse con sus magníficas vacas y hermosos caballos de paso fino disfrutar del campo como un Rousseau, ajeno a intrigas, ambiciones, duplicidades y falsas alabanzas. Claro, yo no sabía la crueldad inmisericorde que había hecho posible el monstruo de la dictadura que ya no tenía otra salida que la de caer cosido a balazos, y además Trujillo –no culto pero inteligente- parecía intuir que como el dictador romano Lucio Cornelio Sila, notable militar,  vencedor de Mario, se convenció, al dejar el poder y las insignias de mando, volvió  a casa como un particular en medio del  gran silencio de una muchedumbre, y un imbécil lo insultó entre burlas indecentes, Sila le dijo a un amigo fiel: “ ¡Qué estúpido! Después de esto no habrá ya dictador en el mundo dispuesto a abandonar el poder”.

Trujillo lo sabía. No podía contar con sus hijos o hermanos para sostener la Era, tras su desaparición. Todos eran unos ineptos, en forma burda o aristocrática, como la de su decepcionante hijo Ramfis, envenenado de poder ilimitado.

Considero positivos los cambios. Algo se moverá y traerá fresca brisa. Habrá errores, como siempre, pero habrá movimiento, aroma de algunas variaciones posibles y factibles.

¿Muchas, pocas?

De lo contrario volvemos al decir del viejo Shakespeare: Mucho ruido para nada.

“Much  ado about nothing”.

Las medidas han de ser estables, firmes e invariables.

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