Conspiración

Conspiración

La campaña montada en Francia para tratar de presentar a la República Dominicana ante el mundo como un Estado que ejercería la esclavitud en perjuicio de inmigrantes haitianos es una conspiración de pésimo argumento, que difícilmente pueda lograr los objetivos de sus autores.

Un punto débil es que los braceros haitianos se mueven en el territorio nacional con absoluta libertad, remesan o llevan dinero a sus familias en Haití y son muchos los que abandonan las labores agrícolas para sumergirse en la economía informal, vendiendo mercancías o alimentos en las calles.

En realidad el haitiano ve a la República Dominicana como un Estado que le brinda la oportunidad de mejorar su situación económica al acogerlo en sus fuentes de trabajo. Cada vez es mayor el número de haitianas que vienen a dar a luz en hospitales dominicanos y retornan con sus crías a su país de origen.

Es muy extraño que la esclavitud que se alega en una serie de documentales exhibidos en Francia solamente haya sido descubierta por los productores de esos reportes y los cerebros que tejieron los argumentos. ¿Cómo es posible que semejante estado de cosas no haya sido detectado y denunciado nunca antes por organismos internacionales que velan por los derechos humanos?

El argumento del trato esclavista alegado por quienes pretenden desacreditar al país entra en contradicción con el hecho de que la inmigración furtiva de haitianos es uno de los más graves problemas de este país.

-II-

Algo digno de analizar es el hecho de que estos documentales sobre alegada esclavitud en la República Dominicana hayan sido promovidos y exhibidos precisamente en Europa, de donde proviene quizás la mayor parte de nuestro turismo.

Es posible que al escoger ese escenario se pensara en provocar una baja en el flujo turístico y en la cooperación proveniente de la Unión Europea, pero resulta que son muchos los europeos que conocen la verdad de la situación y dudamos que cambiaran sus criterios al respecto.

Por otra parte, el país, de manera persistente, ha ido mejorando su imagen en el exterior y organismos internacionales especializados en derechos humanos y comportamiento económico han elogiado nuestras calificaciones de riesgo-país.

Aparte de ello, uno de los rasgos más notables de continuidad del Estado dominicano ha sido precisamente la posición del anterior Gobierno y del actual en defensa de Haití, en procura de que la comunidad internacional vuelque su cooperación hacia esa nación, que es la más pobre y desvalida del hemisferio.

Ninguno de los gobiernos haitianos, ni siquiera el de Jean Bertrand Aristide, que desarrolló contra la República Dominicana una hostilidad sin tregua, se atrevió a denunciar en foros internacionales la situación de alegada esclavitud en que se basa la conspiración que nos ocupa.

Quizás sería útil pedir que organismos internacionales especializados en estas cuestiones le busquen una explicación a una conspiración tan vaga y con tan poco futuro. Quizás.

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