Conspiradores hasta en la sopa

Conspiradores hasta en la sopa

En la mañana del Jueves Santo 15 de abril del 1965 el coronel ® Neit Nivar Seijas, cabeza del desvelado complot del día 12, envía un revólver calibre 38 al doctor José Francisco Peña Gómez, su enlace en el Movimiento Enriquillo, con una nota: “Para que te defiendas Negrito”. En la tarde sale exiliado a Puerto Rico. El general Elías Wessin y Wessin, unidades de inteligencia militar, la CIA y su conexa Dirección Nacional de Investigaciones reciben informaciones que luego remiten al Presidente Reid Cabral sobre reuniones conspirativas formales e informales de seguidores del expresidente Juan Bosch y/o de simpatizantes de Joaquín Balaguer. Algunas las encabezan oficiales del Movimiento Enriquillo al margen de su núcleo central en interés de sumar adeptos. “A mediados de abril se puede decir que no había gobierno”, dice el cubano exiliado Antonio Llano Montes, asesor del general Wessin y Wessin, en la página 90 de su libro Santo Domingo: Barricadas de Odios. “En la ciudad de Santo Domingo se reunían civiles y militares, a cualquier hora del día o de la noche, para conspirar” (…) Abrumado, el de facto Presidente sabe que su circunstancia especial equivale a un nudo corredizo de una soga en la garganta. En interés de evitar reacciones bruscas en conjunto opta de nuevo por decantar selectivamente, esto es, retirar en el “momento oportuno” uno que otro oficial. El general Wessin y Wessin, que había propiciado la cancelación de oficiales adversarios conspiradores o no, ante la presión de las imparables olas conspirativas político militar decide colocarse en pasivo, valga decir, escurrir el bulto. Le dice a Llano Montes, con aire sentencioso de Todopoderoso: (…) “yo no le informo más nada al Presidente. Yo sé lo que va a pasar y estoy preparado. Si Donald Reid quiere suicidarse que lo haga”.

 

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