La tala boscosa a que está sometido el Parque Nacional Valle Nuevo permite concluir que esa zona ha sido abandonada a su suerte. La Fundación Moscoso Puello calcula que más de 140,000 tareas de bosques nublados y pinos han sido talados y otras 130,000 tareas han sido devastadas por actividades agrícolas de ocupantes ilegales. Esto se suma al daño por el uso irracional del agua en los nacimientos de ríos estratégicos para la producción agrícola y el consumo humano.
Un aspecto que llama la atención es que los políticos, ni siquiera como arma de campaña electoral, parecen interesados en el crimen ecológico que se está cometiendo en esa parte montañosa del país. El técnico Eleuterio Martínez, que ha recorrido la zona y comprobado la devastación, deplora la indiferencia conque han tomado el tema los líderes políticos. Y más grave aún es la parsimonia del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
La eliminación de bosques para dedicar las tierras a ganadería y agricultura no sostenibles en zonas de montaña acarrea serios daños ecológicos y da a unos pocos el privilegio de usufructuar recursos que deben beneficiar a todos a través de los caudales de ríos como Yaque del Norte, Yaque del Sur, Yuna, Nizao, Blanco, Tireo, Grande y Las Cuevas, entre otros que nacen en esta zona montañosa de clima privilegiado.

No violencia en la crianza

Un derivado de nuestros patrones culturales, que entiende el ejercicio de violencia como un instrumento de corrección en la crianza, ha impuesto el desafío de intensificar el trabajo para erradicar el castigo físico contra niños y adolescentes. Un reto que está asumiendo con éxito el Departamento de Políticas, Normas y Reglamentos del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani) mediante programas de instrucción familiar específicamente diseñados para esos fines.
De manera discreta, pero constante, el personal de este programa trabaja de cerca con instituciones públicas y privadas, así como con la familia, para ayudar a despejar patrones de crianza atrasados y dañinos. La protección de la estabilidad física y emocional de nuestras crías es un deber social que debemos practicar todos.