Por sexto año consecutivo Mónika Despradel nos congrega a una Gala Benéfica en el Teatro Nacional. En alas de la danza, remontamos vuelo hacia espacios exquisitos de movimientos y formas, creados por las estrellas de la danza mundial que se dieron cita en aquel escenario.
La danza fluye allí de una y mil maneras, no hay límites, cada bailarín es una entidad propia que se proyecta y da vida a ese cosmos rítmico de la danza, no importa el lenguaje, vale la expresión, la emoción, la comunicación y la entrega que finalmente recibe y conquista al espectador.
Tras un emotivo opening del grupo especial Yo también puedo, dirigido por María Haché y Marcelle Berrido, inicia la Gala.
La sala se ilumina, Benvindo Fonseca desciende lentamente por la amplia platea, y cual shaman iluminado, invoca, la sala se impregna de la famosa aria Tu che le vanitá, del Don Carlo de Verdi, luego el ritual continúa, los aires de los espirituales negros del Gospel, transforman las formas del lenguaje corporal, transmite, amor, odio, frustración, Renacé es un canto emotivo de evocación, una búsqueda de luz. Más adelante Benvindo presenta Makeba, inspirado en la música de la compositora Miriam Makeba, -formidable simbiosis de jazz y aires sudafricanos-, arrebatadora danza de contorsiones y trascedente misticismo que nos conecta indefectiblemente a sus ancestros.
La hermosa coreografía de Renatto Zanella, Baroco es bellamente interpretada por el bailarín Rainer Krenstetter; hay en él una exquisita poética de danza. Stefania Figliossi, versátil, en sus movimientos, baila una hermosa coreografía de Mauro Bigonzetti Rossini Cards y más adelante, del mismo coreógrafo en Absolutely Free, decanta su versatilidad con absoluta libertad de movimientos.
La bailarina María Iakovleva en vuelo rasante con pequeños pas de bourée inicia el sencillo corto coreográfico de Fokine, La muerte del cisne, sugiriendo con un mórbido movimiento de brazos, las grandes alas de esa criatura pura y frágil destinada a la muerte.
Ajeno a todo virtuosismo, este ballet demanda una técnica impecable y capacidad interpretativa, la bailarina pone de manifiesto ambas condiciones, conmoviendo la belleza expresiva de sus evoluciones que culminan con el dramático espasmo final. La ovación recibida, merecida, asegura además, que el cisne y Fokine nunca morirán.
Los grandes pas de deux, no pueden faltar en ninguna Gala, su demanda de virtuosismo entusiasma a los amantes de la danza clásica. En El Tchaikovsky Pas de Deux, Balanchine se adhiere a la tradición y crea un hermoso paso a dos. Paloma Herrera y Amar Ramasar sortean con gran habilidad las dificultades técnicas y se lucen en sus variaciones. La rítmica Tarantella de Balanchine, encanta por su viveza, magníficamente interpretada por Rainer Krenstetter y María Iakovleva. Como un bálsamo gratificante disfrutamos de las sutilezas acrobáticas de Aguas Primaverales, de Messerer, proyectadas por Viengsay Valdés y Tigran Mikayelyan.
El omnipresene Pas de deux de Don Quijote, que no puede faltar en ninguna Gala, cierra el espectáculo. Biengsay Valdés reafirma su calidad de primera figura, cautiva con sus giros y precisos fouettes.
Tigran Mikayelyan es buen partenaire, y con magníficos desplazamientos se decanta en sus solos.
Anfitrión. El Ballet Nacional, anfitrión, presenta la Suite de Carmen, rítmica, sensual y pasional versión de Carlos Veitía, interpretada por Alihaydee Carreño y Marcos Rodríguez, con buen desempeño.
Gracias a Monika Despradel por elevar con sus Galas la oferta de Danza en nuestro país, y hacernos partícipes de su entrega, a ese Nido de Angeles.