Constelaciones Familiares, una forma de mirar para sanar

Constelaciones Familiares, una forma de mirar para sanar

Karina Pereyra

“No hay nada como mirar, si quieren encontrar algo”.

J.R. Tolkien

La función del órgano de la visión es una maravilla, que no puede menos que asombrarnos. El ojo mira pero no ve, quien ve es la mente y la mente es ilimitada, por tanto, no hay nada que ella no pueda ver. Toda la vida cambia cuando reconoces que no hay un mundo fuera de ti, todo lo que ves está en tu mirada. En el momento en que decides ver algo distinto, lo harás. No hay nada fuera de tu visión. Nadie puede ver por ti ¡El ver es libre! 

Podemos mirar y, sin embargo, no ver, como lo muestra el documental ¿Qué carajos sabemos? (What the bleep do we know?). Desde que conocí las Constelaciones Familiares, mi interés por ver y mirar ha ido in crescendo. Mirar es una acción física comparable a las que realizan las manos o los pies. Es dirigir la mirada hacia algo. Cuando la acción de mirar tiene éxito entonces vemos.

Las Constelaciones Familiares son un entrenamiento para cambiar de la mirada lineal que tiende a tener su referencia en el pasado (o en el futuro), a la mirada circular que tiene su fundamento en el momento presente, en el que vemos la realidad como se presenta, sin enjuiciarla. Es un modo de mirar con ojos nuevos, como lo hace un niño inocente.

Su creador, Bert Hellinger, nacido como Anton Hellinger en Alemania, fue teólogo, filósofo, psicólogo, pedagogo y humanista. Las Constelaciones son  parte de la cartera de recursos de la psicología sistémica. Ofrecen un camino para ampliar la mirada, e incluir lo que antes no podía ser visto.

El mirar es algo que solamente se puede hacer con objetos materiales. En cambio, el ver se refiere tanto a la percepción física como a la mental, y se utiliza para interpretar también las realidades no-físicas.

El simple hecho de ver algo, es decir, detenernos a darle un lugar en nuestro interior a algo que hemos mirado, es profundamente sanador. Para sanar es necesario mirar, reconocer la existencia de lo visto, y reconocer que duele. 

La comedia romántica Angel-A nos invita a mirarnos a los ojos para ver que vemos. Un simple cambio en la forma de ver las cosas supondrá un cambio radical en las actitudes que sostenemos, y por tanto en las acciones y los efectos. Todas las posibilidades están disponibles en el presente, deseosas de hacerse realidad a través de tu mirada. La Constelación familiar es mucho más que una herramienta terapéutica, es una Filosofía de vida capaz de abrir los ojos a una nueva realidad. 


La idea es muy ancestral. Consiste en representar afuera lo inconsciente que nos mueve. Al configurar la Constelación podemos ver que nuestras acciones no son individuales, sino que actuamos en conjunto con un campo de fuerzas que nos mueven. 


La Constelación nos permite constatar la presencia del pasado, la influencia de todo lo que hubo atrás, que está aquí con nosotros empujando nuestras decisiones, emociones y pensamientos. Algunas veces para bien, y de vez en cuando, para ir a un conflicto que no tiene salida, hasta que no sacamos a la luz ese pasado, para mirarlo y sanarlo.


Todo lo que ocurrió antes, vive junto con nosotros. Cuando no somos conscientes del pasado, este suele tener mucho poder en nuestro inconsciente. La presencia del pasado pueden perturbarnos, acompañarnos, o guiarnos según nos relacionemos con él. 

En el drama “Amor ciego” (Shalow hall) encontramos una hermosa frase:  “La belleza está en los ojos del que mira”. No recuerdo bien si lo leí o fue una comprensión que tuve, pero desde hace un tiempo digo que el amor es presencia + belleza. La presencia se refiere a estar enteros en lo que miramos. Cuando esto ocurre, la belleza emerge para deleitarnos.

Saber que podemos cambiar la percepción que tenemos del mundo, tanto en su aspecto externo como en el interno, es un alivio. Darnos cuenta que solo experimentamos y vivimos lo que vemos, nos lleva a asumir la responsabilidad de crear de forma consciente y deliberada. 

Todo lo que ves fuera, solo depende de ti. ¿No te parece maravilloso? La visión es una decisión que está unida a lo que hayamos elegido. En palabras de Edgar Allan Poe, autor de “El cuervo”, uno de los poemas más famosos de la literatura estadounidense: “Lo importante es saber lo que debe ser observado”. 

Quien ama lo ve todo, pero escoge enfocarse en “lo bueno”. El afamado escritor ruso León Tolstoi nos muestra la mirada amorosa de Jesús en el cuento “El perro muerto”:

Jesús llegó una tarde a las puertas de una ciudad e hizo adelantarse a uno de sus discípulos para preparar la cena. Él, impelido al bien y a la caridad, internándose por las calles hasta la plaza del mercado. Allí vio en un rincón algunas personas agrupadas que contemplaban un objeto en el suelo, y acercándose para ver qué cosa podía llamarles la atención.

Era un perro muerto, atado al cuello por la cuerda que había servido para arrastrarlo por el lodo.

Jamás cosa más vil, más repugnante, más impura, se había ofrecido a los ojos de los hombres.

Y todos los que estaban en el grupo miraban hacia el suelo con desagrado.

-Esto emponzoñará el aire -dijo uno de los presentes-

-Este animal podrido estorbará la vía pública por mucho tiempo -agregó otro.

-Mirad su piel -dijo un tercero-: no hay un solo fragmento que pudiera aprovecharse para cortar unas sandalias.

-Sus orejas —exclamó un cuarto– son asquerosas y están llenas de sangre.

-Habrá sido ahorcado por ladrón -añadió otro.

Jesús los escuchó, y dirigiendo una mirada de compasión al animal inmundo dijo:

-¡Sus dientes son más blancos y más hermosos que las perlas!

Entonces el pueblo, admirado, volvióse hacia Él, exclamando:

-¿Quién es éste? ¿Será Jesús de Nazaret? ¡Sólo Él podría encontrar de qué condolerse y hasta algo que alabar en un perro muerto…!

Y todos, avergonzados, siguieron su camino, prosternándose ante el Hijo de Dios.

El asunto es que para mirar del modo en que lo hizo el maestro, se requiere sanar el dolor emocional que utilizamos para justificar la separación. La sanación implica usar los recursos internos para relacionarnos de un buen modo con lo que pensamos y sentimos.

Seguimos manteniendo ideas que nos limitan y agreden para garantizar la pertenencia al clan. Hellinger nos dice que la buena conciencia nos lleva a sostener las miradas familiares, aunque nos lleven incluso a la muerte. La repetición de hechos dolorosos son la evidencia de que estamos enredados en el destino de alguien más. 

La identificación con nuestro pequeño yo nos enferma. El reconocimiento de la Grandiosidad que nos habita, nos lleva a observar amorosamente lo que surge. Las Constelaciones Familiares son un entrenamiento para que nuestros ojos miren los hechos desde el amor, renunciando al juicio, la culpa, o el miedo. Cuando no logramos hacerlo, el Curso de Milagros nos invita a repetirnos: “Hay otra manera de ver esto”. 

La apertura a lo nuevo, la vida y la creatividad es lo que ofrece la fuerza de sanación que describen todas las tradiciones. Esta acción está más allá de los campos de memoria familiar. A este camino Hellinger le llamó “mala conciencia” e implica poder mirar algo diferente a lo que aprendimos en la familia, o en el grupo social en el que nos desarrollamos. ¿Te atreves a probarlo? El arquitecto australiano Glenn Murcutt asegura que si persistimos en mirar, terminaremos viendo.

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