Constitucionalistas en TV

Constitucionalistas en TV

JOSE ANTONIO NUÑEZ FERNANDEZ
Indiscutiblemente que La Voz Dominicana desempeñó un papel estelar en los patrióticos sucesos de abril de 1965. El concurso de las hertzianas a favor de los levantados en los campamentos 16 de Agosto y 27 de Febrero, fue capitalmente decisivo para que el pueblo respaldara a los que se abroquelaron en la dignidad y el coraje para que la voluntad de los votantes del 20 de diciembre de 1962 se respetara.

Cuando expresé «para que el pueblo respaldara» pensé que los habitantes de un conglomerado representan la población; pero los extractos más pobres de la población esos constituyen lo que Platón llamó «el pueblo-pueblo».

Yo estuve en la televisión los días 26, 27 y 28 de abril del 1965 pregonando la consigna «¡Juan Bosch presidente y Constitución del 63!».

Ya han pasado treinta y nueve años, es cierto. Pero quiero echar a vuelo las alas de mi reminiscencia y evocar algunas de mis apariciones frente a las cámaras de mi reminiscencia y evocar algunas de mis apariciones frente a las cámaras presentando a los que casi siempre decían: «Yo vine a apoyar al pueblo. Yo vine a ponerme al servicio del pueblo».

Me siento orgulloso de haber iniciado los desfiles revolucionarios por la televisión. Para la primera presentación aparecieron tres sillas y una mesa (disposición de don Manolo Q. y don Lulio M.E.). Juntos a mí había dos aviadores militares, los honestos oficiales Alfredo Hernández y Mena Mena. Ambos se dirigieron a sus compañeros para que meditaran frente a la crucial situación que la dominicanidad estaba confrontando. Rápidamente los estudios de televisión fueron colmados por gentes que querían hablar. Las sillas y la mesa se echaron a un lado, ya todo el mundo se manifestaría de pies. Detrás de los aviadores Alfredo Hernández y Mena Mena, le correspondió el turno al dinámico Héctor Aristy, quien llegó vestido de caqui amarillo y con fiebre. El estaba padeciendo de varicelas. Aristy hizo promesas y en la lucha brava cumplió con ellas.

Otro que me ofreció la oportunidad de salir a su lado fue el legendario luchador José Francisco Peña Gómez con quien estuvimos riesgosamente en las ergástulas policiales de Herman Despradel Brache, desde la tarde del sábado 24 hasta la mañana del domingo 25 de ese glorioso abril.

En las presentaciones nos turnábamos Jaime López Brache y Luis Alfonso Acosta y Tejeda, principalmente. Aclaro que voy a recordar en mis recuentos añejos, a las personas que personalmente me tocó presentar. Por ejemplo, a seguidas evoco a dos pintorescos sargentos de la marina. Al sargento Tito y al sargento San Quintín.

Tito era el chofer de Rivera Caminero y compareció a la TV para anunciar que dejaba de manejarle a su jefe, porque él, Tito, se sumaba a las ansias populares de libertad con dignidad. El otro sargento llegó con un largo sable gallito y rascando el piso sacó candela, porque el diablo mismo era él, San Quintín ¡carajo!, de la Marina de Guerra; ciertamente jamás lo volví a ver.

Otro hombre de mar fue el capitán Montalvo que llegó con un pelotón de subalternos. No hace mucho vi en la prensa su deceso en Nueva York. Uno de mis presentados, a quien yo llamaría mi personaje inolvidable de esas jornadas, fue un señor Soto de Padre Las Casas, quien llegó a reforzar el Movimiento Constitucionalista con diez hijos que tenía. Ese hombre al morir merecía homenaje de general de brigada. Y no podía faltar una niña que fue a llamar a su padre el mecánico de aviación Manuel Aurich Victoria, la niña Mercedita Aurich le pedía a su padre que abandonara a esas gentes y viniera para su casa a cuidarla a ella.

Salí también con el luchador Grullón (El Apolo), este reclamaba la participación de sus compañeros y los pancracistas con El Arabe y El Cacique a la cabeza integraron un comando para la lucha. Debo consignar que tuve una pequeña fricción con un joven universitario que para darle pávulo a las malas lenguas, se permitió lanzar un estentóreo «Patria o muerte venceremos».

Un ex oficial de la marina de nombre Miguel Almonte habló en tono de florido orador. Sus compañeros lo llamaban «El bachiller». Juan Lockward «el mago de la media voz» fue presentado no para cantarle al Yaque dormilón, sino para llamar a la reflexión a un hijo que tenía como piloto militar. Nueva vez estuve al lado de un titán de las viejas luchas, ya el sábado 24 lo había presentado por radio. Teófilo Ortiz «Pata Blanca». El vivía en Villa Duarte. El Pata Blanca fue desaparecido. Una enfermera llegó vestida de blanco y en tono vibrante como Dolores La Pasionaria, llamó a sus congéneres a seguir las huellas de la inglesa Florencia Nithingale y también a imitar a la francesa Genevié de Gallard Terraube «El angel de Dién Bién Phu». Ya para finalizar tengo que recordar dos presentaciones cumbres. Ellas ocurrieron el lunes 26. En la primera anuncié la presencia de un hombre de bien, el aviador Federico Fernández Smester. El les habló a sus compañeros de las alturas, para que recordaran que los aviones de combate se usan contra objetivos militares, jamás contra la ciudadanía, nunca contra el pueblo. Fernández Smester habló con voz de Biblia y sabiduría de Corán. El fue voz honorable dueña de palabras verdaderas. El otro coronel que me dio la ocasión de salir a su lado, pasaría a la historia y está tirado los aviones de los que se oponían a la democracia y a la Constitución del 63. El presentado habló con serenidad y con gallardía: «Pueblo desde el aire están arrojando estos papeles, anuncian que vienen a tomar la ciudad. Pueblo, no crea nada de eso, no crea eso, las ciudades no se toman desde el aire. Que vengan a tomarla por tierra y ya verán que de la Avenida Duarte no pasarán. Pueblo ni un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso». Así habló aquel que se llama Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Y digo se llama por que el gran Víctor Hugo aseguró que: «No son muertos los que reciben rayos de luz sobre sus despojos yertos. Los que viven sin honra esos son los muertos, ¡los que mueren con honra esos son los vivos!»

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