Construcción Metro transforma Villa Mella

Construcción Metro transforma Villa Mella

POR GERMAN MARTE
A medida que avanza la construcción del Metro de Santo Domingo, en Villa Mella cambia el paisaje, pero también cambia la vida de mucha gente, y en algunos casos no precisamente para bien.

Ayer, dueños de negocios de la avenida Hermanas Mirabal, en Villa Mella, afirmaron a este diario que sus ventas se han reducido significativamente desde que iniciaron los trabajos del Metro de Santo Domingo, debido a que los clientes se han alejado por los embotellamientos en la vía, el asedio de los agentes de tránsito, la incomodidad para parquearse y el polvo que produce la construcción del megaproyecto.

Los más perjudicados con la construcción de la autovía del tren ligero que se construye en la principal vía de acceso a Santo Domingo Norte son los negocios de comida, especialmente los tradicionales chicharrones, pero también los repuestos para vehículos, los gomeros. Hasta las bancas de apuestas han visto reducir sus ingresos, según afirmaron a Hoy personas consultadas.

“Esto, para nosotros ha significado un desastre”, expresó Luis Moreno, dueño de la Boutique Dolores, quien tuvo que mudar su negocio que estaba en la avenida Hermanas Mirabal, en la entrada a la urbanización El Edén, para dar paso a una de las paradas del Metro. En el local que ocupaba desde hace quince años sólo pagaba RD$3,500, pero ahora, en el nuevo le cobran RD$15,000. Mientras, sus ventas se han reducido en más de 50%. La OPRET le dio una compensación de RD$45 mil, aunque él tuvo que pagar RD$52 mil para el depósito del nuevo local, aparte de la inversión que tuvo que hacer para acondicionarlo.

“Esto a cambiado mi vida, totalmente, y ahora mismo no estamos cuadrando”, expresa con pesar. Como él, otros comerciantes de Villa Mella temen que a los suyos les pase igual que a muchos negocios de la avenida 27 de Febrero, que se vieron afectados por la construcción de los elevados. Hombre optimista, Moreno sólo espera que la construcción de la obra termine rápido “para ver si mejora la situación”.

 LOS CHICHARRONES

Antes de que comenzaran a construir la autovía para el tren ligero en Villa Mella, en la fritura “Punto Criollo” se  freían hasta 800 libras de capa a la semana. Pero ahora, según su propietario, Antonio Brazobán, las ventas han bajado tanto que no se venden ni 160 libras, “las frituras han tenido que quitarlas” afirma.

“Para mí el tren no trae nada bueno”, expresa con amargura este hombre que durante décadas ha mantenido a su familia vendiendo chicharrones, pero que ahora teme ir a la quiebra.

La principal estafa que hizo el gobierno y los constructores el Metro es, según el mismo Brazobán, que dijeron que el tren iba a terminar con los tapones, “pero eso va a seguir”. Razona que el elevado es para el paso del tren, no de guaguas, ni carros, “si hubiera sido un elevado para carros y guaguas hubiera sido mejor”.

También Arturo, de la casa de repuestos Aydé, y Belkis Cordero, de Helados Bon, se quejan por la merma registrada en las ventas, “La gente no puede pararse por el tapón y el polvo. Ahora la cosa se ha puesto difícil”, expresó a su vez otro chicharronero llamado Julio César. Sin embargo, Sory Gálvez, de la cafetería comedor Cachimán, dijo que sus ventas siguen igual. Incluso sueña con que cuando el Metro esté terminado a Villa Mella “van a venir gente de todos los países a ver esto”.

EL DERRUMBE

Juana y María Claudia, de 83 y 82 años, respectivamente, son dos mujeres muy viejas y enfermas para estar interesadas en un Metro u otras obras propias de la postmodernidad; sus prioridades son otras, tan primarias y sencillas como conseguir lo indispensable para llenar sus debilitados estómagos o comprar sus medicinas.

Sí, son cosas sencillas que quizás importen poco si se comparan con los más de US$600 millones que se supone constará el Metro que construye el gobierno, pero para ellas son  de vida o muerte, afirman.

Por eso, con el poco ánimo que les queda levantan su voz para reclamar a los constructores del megaproyecto que les compense por el daño que le está causando la destrucción de un pequeño local con cuyo alquiler se sostenían desde hace 25 años.

Frente a su casa, la número 162 de la avenida Hermanas Mirabal, se construirá una de las columnas laterales de la autovía. Ya cavaron el hoyo, pero ahora se ha producido un derrumbe que amenaza con hacer colapsar la vivienda por completo.

Casi arrastrando su cuerpo, doblado ya por el peso de los años, doña Juana se acerca a los reporteros de HOY para denunciar la forma en que el ingeniero Leonel Carrasco, subdirector de la Oficina Para el Reordenamiento del Transporte (OPRET), la trató cuando fue a reclamar que le compensaran el daño que le causó la destrucción del inmueble que habían alquilado al dueño de un almacén de comestibles.

“Mire doña ya a usted no hay que darle ni un centavo. Eso ya se pagó, a usted no le toca nada. Yo no puedo hacer nada”, sostuvo la anciana que le dijo Carrasco cuando fue a reclamar. Luego de esa conversación, aparentemente, se cerró ese capítulo para el funcionario, pero comenzó el calvario para las dos ancianas que ahora se han quedado sin fuentes de ingreso, sin esperanza y sin ningún funcionario gubernamental que se conduela de su tragedia.

De acuerdo con su versión, los ingenieros responsables de la construcción de la columna en el lugar aseguraron que la misma no afectaría el local, pero al hacer el hoyo se derrumbó la mitad de la casa y ahora la OPRET se niega a pagarle la miseria que cuesta,

“Dijeron que el hoyo no nos iba a hacer daño, ¿pero que más daño de ahí?”, se preguntan las hermanas mientras miran lo que ha quedado del local.

Pero si Juana y su hermana están preocupadas, más está Rogelio Castillo, quien todavía ocupa junto a su mujer y una hija la parte trasera de la casa 162 que aún no se ha derrumbado. Dijo que casi no duermen por temor a que la vivienda se desplome en cualquier momento.

Indicó que los constructores de la obra no les hacen caso a sus reclamos, a pesar del peligro en que están viviendo.

“Ellos vienen ahí y nada más dan orden y orden y se van. Pero desde el primer día les estamos diciendo que ese hoyo va a traer problemas ahí”, lamentó Castillo, quien quisiera mudarse del lugar, pero no sabe hacia donde.

Así, a medida que avanzan “a todo vapor” los trabajos del Metro de Santo Domingo se van transformando muchos negocios y muchas vidas como las de doña Juana, doña María y los otrora exitosos chicharroneros de Villa Mella a quienes, según algunos lugareños, poco a poco va cubriendo el nada moderno polvo del Metro.

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