Constructores de cuevas

Constructores de cuevas

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Aunque la mayoría de cuevas y cavernas en el mundo son de origen natural, la verdad es que muchas cuevas las ha construido el hombre, pero no tantas, no vayan a creer. La mayoría de ellas se han practicado con varios propósitos: la minería, la construcción de túneles de trasvases y desagües para presas, la construcción de trenes subterráneos (metros… ¡oh, metros, qué casualidad!), túneles para el tránsito vehicular, y otros túneles más.

Las que más se asemejan a las cavernas naturales son las que se practican con propósitos mineros. Es decir, para la extracción de minerales como el carbón, oro, cobre y muchos otros productos del subsuelo.

Todas esas cuevas, luego que ya han sido abandonadas porque se agota el mineral extraído o porque dicho mineral ya deja de reportar los beneficios iniciales, adquieren características que las hacen parecerse mucho a las cuevas de origen natural: la invaden especies de fauna características de las cuevas naturales, y la asedian especies vegetales que inician una sutil penetración por donde quiera que penetra algo de luz.

Las especies de fauna que por lo regular eligen las cuevas artificiales como hábitat son aquellas que no son demasiado especializadas. Los murciélagos, por ejemplo, criaturas que incluso han hecho desplazar a familias para instalarse en sus casas, son los primeros en detectar el nuevo «multifamiliar». Ya instalados, es cosa de tiempo para que algunas especies que habitan bajo rocas o entre grietas se sientan atraídas por el olor de la murcielaguina y emigren hacia el interior de la cueva. De igual manera, otros animales se irán acercando, intuyendo que «ya está abierto el nuevo supermercado vivo» y con una variada oferta colgando de la cadena alimenticia que se va instalando poco a poco.

Arañas, escolopendras, diplópodos, miriápodos, mosquitos, cucarachas, ratas, culebras, cangrejos y muchos otros animales se irán acercando a la cueva previa y energéticamente habilitada por los murciélagos, atrayendo a otros que ocasionalmente se acercarán en busca de alguna presa, como ocurre con los gatos y los hurones.

Las lechuzas quizás puedan acercarse a ver si en algún resquicio saliente pueden instalarse. Y si hay golondrinas cerca también vendrán a ver si pueden habilitar un espacio.

Pero además, tanto las heces de los murciélagos como las de las lechuzas, las golondrinas y las de otros animales, serán portadores o funcionarán como atractivo para otras especies de insectos, con excepción del comején, que entrará a la nueva cueva en busca de la madera podrida que habrán dejado abandonada quienes la construyeron, sin importarle (al comején) quienes sean los nuevos ocupantes. Y tan poco les importa que él mismo va construyendo su propia y larga «cueva» sobre la superficie de la roca hasta los maderos en cualquier parte del interior de la cavidad.

Un interesante conjunto de cuevas se está construyendo desde hace algún tiempo en la región del Bahoruco costero, específicamente en el sitio denominado Las Filipinas, donde la minería (en principio muy artesanal) ya ha abierto varias cuevas verticales y horizontales tras la existencia de la pectolita, mineral mejor conocido como larimar, cuyas vetas se desplazan caprichosamente por varios puntos de la montaña.

Abiertas estas cuevas antes como simples hoyos, fueron luego «modernizándose» mediante el uso de troncos para reforzar sus paredes. Luego se han estado utilizando tubos con canaletas, no para recubrir las paredes, sino para que éstos sean la cueva en sí, mientras que el material en el entorno va rellenando el espacio dejado entre la cueva hecha y la tubería instalada.

Estas serán otras cuevas de estudio dentro de decenas o cien años para los espeleólogos de esa época por venir, que no necesariamente deberán ser acometidas, porque todavía tendremos muchas cuevas naturales por explorar. Pero por lo menos será interesante el trabajo de monitorear el crecimiento de la fauna que se irá instalando en ellas.

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