En plena tormenta de la eurozona, el Banco Central Europeo (BCE) colocó ayer la primera piedra de su nueva sede de Fráncfort, un espectacular conjunto de dos torres cuya construcción ha suscitado ya muchas polémicas. Para los arquitectos, este nuevo edificio debe ser un símbolo fuerte de la Unión Europea. Por ironías de la suerte, nunca antes esta institución, creada en 1998 y guardián de la moneda única, había estado como ahora en el banquillo, frágil por la crisis de la deuda griega, que hace vacilar a la Eurozona.