CONSULTORIO DE FAMILIA

CONSULTORIO DE FAMILIA

Sicologa, Terapeuta familiar
Pregunta de la lectora: Mi hijo tiene un comportamiento muy agresivo. He hecho de todo para corregirlo. Le he pegado duro para que no lo haga, sigue igual. Le he hablado y  explicado por qué no debe de hacerlo, es como si no  dijera nada. Me doy por vencida.

Respuesta de la terapeuta: Si el método aplicado no le ha resultado, hay que buscar otras alternativas más razonables, efectivas y no centradas en golpes y discursos que suelen ser ineficaces.

Tratar de cambiar un comportamiento agresivo con otro, no es más que intensificar la agresividad. De repente tenemos que uno se complementa con otro y sus reacciones agresivas en la disciplina le sirven de modelo a su hijo. La agresividad (golpes, pelas, tirar cosas) se convierte en conductas modeladoras para resolver conflictos o diferencias. Hay una reafirmación del modelo agresivo como  método para lograr  objetivos.

Si usted habla con su hijo mientras ocurre la conducta agresiva, sus palabras no serán escuchadas ni tomadas en cuenta. Forman parte de ese ciclo: golpes, peleas, consejos. Pero,  no promueven    pensar sobre su comportamiento.

Su respuesta sería más una reacción que una acción.

Si usted alterna conversaciones  y  golpes,  su comportamiento es intermitente y  ambiguo. Él no sabrá a qué reaccionar porque su comportamiento es impredecible. El resultado será fortalecer la conducta agresiva.

Creo firmemente en llevar a los niños a pensar sobre su comportamiento, sus emociones y las consecuencias de sus conductas. Esto no implica la exoneración de un comportamiento agresivo. Hay que pensar en las consecuencias que el niño tendrá que asumir.

En su mayoría, los niños no son educados para pensar acerca de sí mismos, de sus emociones y comportamientos.

El pensamiento interviene en las emociones.

Si un niño, estrella un juguete porque se molestó y usted interpreta que es una conducta agresiva, acérquese y dígale: “veo que estás muy molesto, ¿me puedes contar lo que te pasa?”. Le crea un espacio para que el niño verbalice lo que está sintiendo. Posteriormente, exprésele: “de qué otra forma puedes manifestar lo que estás sintiendo, sin estrellar el juguete”.

Practicar este ejercicio de manera constante y siendo usted coherente en el abordaje podría iniciar un cambio para ambos.

Si la conducta de estrellar es muy intensa, retírele el juguete, siéntelo para que reflexione sobre lo que acaba de hacer, motivándolo como le expliqué anteriormente.

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