CONSULTORIO DE FAMILIA

CONSULTORIO DE FAMILIA

Pregunta lectora: Mi hija de 22 años no considera prioritario ser diferente, no quiere obedecerme, la he abordado de manera pacífica, violenta, he llorado mucho por esta causa. Me he enfermado de los nervios, no logro concebir esta situación. Me siento deprimida, frustrada como madre. Cuando me desespero y le reclamo porque no es  el ejemplo que le dí ni la imagen que le rodea, pasa el tiempo y no modifica su conducta. Cada día aumenta el problema.  Estoy desesperada. Quiero su consejo.

Respuesta de la terapeuta: Parece que usted cree que el problema se está presentando ahora, pero no es así. Luce  de larga data y esto lo ha hecho más complejo porque está enfrentando a una hija adulta, que vive en casa y se cree con más derecho que usted, quien es la madre y la figura de mayor autoridad.

Parece que los límites que definen quién es la autoridad en  algún momento se volvieron difusos, facilitando que ella percibiera que podía hacer lo que le pareciera en casa, sin tomar en cuenta que es un ambiente de convivencia.

Seguir haciendo más de lo mismo no le dará resultado. Ella ha estado probando fuerza, midiendo poder con usted. Por la descripciones dadas, como madre se ha mostrado víctima, débil y enferma de los nervios. La pauta relacional se ha definido hija poderosa, dominante y madre débil e inefectiva. Esta relación se estructuró así hace tiempo, sino, no estuviera ocurriendo.

Luce muy desesperada y frustrada, pero esto no ayudará a resolver la situación. Su hija necesita saber quién es la madre y quién es la hija. Seguir con su actitud de indefensión y vulnerabilidad la hundirá hacia una posición de inefectividad e ineficacia. Cambié ese rol.

Su hija necesita verla con firmeza, autoridad centrada, segura de sí misma y competente. Esto le ayudará a usted a ir tomando la rienda.

Suplicar, llorar, enfermarse, hacer crisis, no son conductas que ayudan a resolver el problema. Todo lo contrario, lo aumentan. Su debilidad, llanto y crisis le crearán enojo. No es lo que ella espera de su madre.

Su hija es adulta y como tal, ambas, tendrán que resolver la situación a través de un diálogo firme, pero respetuoso, centrado en soluciones.

Debe pensar en plantearle que si no se adapta al hogar y sus reglas tendrá que vivir sola. No se puede temer plantearlo.

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