CONSULTORIO DE FAMILIA

CONSULTORIO DE FAMILIA

Sicóloga, Terapeuta familiar
Pregunta de la  lectora
: Mi hijo adolescente se mantiene  aislado en casa. Conversa poco. Su     tiempo lo invierte en la computadora. Es poco afectivo. Intento hablar con él. Le pido me vea a los ojos y me conteste.  Me he dado por vencida ¿qué opinión le merece?

Respuesta de la terapeuta: No se dé por vencida.  A pesar de que su hijo no le conteste no quiere decir que  no le escucha.

No entraré en detalles de los procesos por los que transita un adolescente. Prefiero destacar la importancia del diálogo y la forma en que usted lo lleve a cabo.

Comuníquese y transmita su punto de vista, sus valores, creencias, estos  tienen el  poder de crear un vínculo en el que se definen sus buenas intenciones como madre de enseñar y educar. A través de las palabras usted da significado a la relación.

El significado de  esta pauta vinculante se  establece entre la madre que enseña, cuida, aconseja, protege y el hijo que escucha -aun sea pasivamente- aprende, y la identifica como la persona que se preocupa por él.

Las palabras utilizadas podrían edificar, reconfortar, apoyar. Pero, también, doler, confundir, humillar. Las palabras son herramientas socializadoras que facilitan el intercambio interpersonal.

Exigirle  mirar a los ojos en esta primera fase no es la prioridad, esto podría venir en otra fase cuando se haya establecido la comunicación como acercamiento para ganar o restaurar la confianza.

Los gestos de su hijo podrían reflejar su actitud. Podría ver que su rostro o cuerpo no lucen rígidos.  Una ligera sonrisa reflejará su estado de ánimo frente a lo que usted comunica.

Expresiones de los ojos o la boca podrían indicarle que su tema es rechazado, no le interesa o está agobiado.

Quizás, el tema que usted plantea ya ha sido tocado anteriormente y no quisiera escuchar la repetición o no es de su interés.

La expresión gestual podría convertirse en un medio para usted detectar qué significa para su hijo lo que está tratando de decirle.

Intente entrar en un diálogo afectivo. Acérquese, acaricie su cabeza o espalda sin decir palabras. Un día exprese su afecto con un abrazo. Cuélese a su habitación y tírese en la cama a su lado, siéntese en silencio a su lado y acompañe. 

Hágalo por períodos de tiempo breve. Unos días después inicie el diálogo. Mantenga esta conducta en el tiempo. Dará resultado.

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