Consultorio de Familia

Consultorio de Familia

Soraya Lara de Mármol

Pregunta de la lectora:

Parte de mis atribuciones de trabajo es la atención a mujeres víctimas de violencia por su pareja. Es impresionante la cantidad de ellas que no reconocen todos los tipos de violencia, como la psicológica, sexual y económica. ¿Qué impide a las mujeres buscar ayuda? ¿Cuál es el daño emocional?

Respuesta de la terapeuta:

Casi la totalidad de la población femenina desconoce todos los tipos de violencia, lo que la expone a un mayor riesgo.
Investigaciones han evidenciado que la violencia psicológica provoca síntomas severos, como depresión, trastorno de estrés postraumático, ansiedad, estrés, quejas somáticas, ideaciones suicidas, disminución de la autoestima y falta de apoyo social.
Convivir con una persona maltratadora genera un estrés emocional muy fuerte, miedos, culpa y aislamiento. El comportamiento controlador se manifiesta por diferentes medios, tiene la finalidad de coartar su autonomía y las relaciones interpersonales de la víctima con su red de apoyo.
Si la mujer no cuenta con apoyo social sólido, de sus padres, hermanos, primos, amistades y compañeros de la comunidad religiosa a la que pertenece, se compromete su vulnerabilidad psicológica.
Una de las características de la víctima es la indefensión aprendida, que aparece gradualmente pues la mujer, sin darse cuenta, desarrolla conductas adaptativas como un patrón de respuestas. Aprendieron que todos los esfuerzos para defenderse, detener o demorar los episodios de violencia o malos tratos no fueron eficaces.
Las conductas de dominio y control del agresor se imponen a través de los distintos tipos de violencia, coexisten en una sola mujer que no es consciente de todo lo que le pasa. Aprendió que de nada vale defenderse, todo lo contrario, se da cuenta de que hacerlo o tratar de aquietar al agresor aumenta el riesgo de que explote más rápidamente.
En otros casos, él la violenta sorpresivamente. Ella no puede tener control ni prever sus explosiones.
Muchas quedan atrapadas en el imaginario colectivo de la idealización de la familia como sagrada, perciben el divorcio como un fracaso personal y mantienen la relación por el miedo a lo que les pudiera pasar o a que les quiten la custodia de los hijos y la fantasía de que sus parejas cambiarán.
Muchas mujeres buscan ayuda bajo la sombra del miedo y otras se ven impedidas de hacerlo por una serie de condiciones entre las que figuran las descritas, que actúan como anclas paralizantes.

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