Consultorio de Familia

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Soraya Lara de mármol

Pregunta del lector: Reconozco que fui maltratado mayormente por mi padre. Mi mamá lo hacía pocas veces. Sufrí mucho por esto. Me prometí que no maltrataría a mis hijos y hago un gran esfuerzo para no hacerlo, pero no quiere decir que no sienta el impulso de darles pelas. ¿Cree que terminaré igual que mis padres?

Respuesta de la terapeuta: Lamentablemente, en la República Dominicana los golpes al igual que las pelas verbales a los hijos son un patrón rígido de disciplina que se fundamenta en las creencias populares y familiares que pasan de generación a generación, los cuales son normalizados y justificados sin cuestionarlos.

El maltrato infantil, hasta nuestros días, es justificado por una gran parte de la población que entiende que los hijos golpeados se convertirán en hombres de bien moral, éticos y con un comportamiento intachable. Estas justificaciones no han sido demostradas.

Sí podemos decir que los hijos maltratados y que han vivido en situaciones de precariedades sociales y económicas han mostrado un comportamiento resiliente.

Muchos niños maltratados y con carencias socioeconómicas, desde muy temprana edad han mostrado tener recursos psicológicos de afrontamiento positivo, de no detenerse en el sufrimiento, comprender a sus padres y mirar la vida con optimismo.

A este tipo de comportamiento se le conoce como resiliente, el cual se refiere a la capacidad de superar los escollos que se les presentan en la vida. Además, muestran empatía hacia sus padres, sus hermanos y demás personas. Tienen la capacidad de no detenerse en el pasado doloroso, sino que lo recuerdan como una experiencia de la cual había que aprender y de ser diferentes a ellos.

Existe una gran diferencia entre sentir el impulso, valorar el daño que se causaría y dejar que salga sin control. Hay que aprender a no reaccionar o, por lo menos, hacerlo con baja intensidad.

En la medida que lo comprenda y que logre conservar el autocontrol, ganará la batalla día a día.

Continúe con la actitud de no repetir el compartimiento de sus padres. Es probable que ellos no hayan tenido la misma oportunidad que usted de valorar las consecuencias de sus acciones.

Si usted mantiene su actitud de cambio y resiliencia, impactará favorablemente en la vida de sus hijos y las futuras generaciones.

Todo cambio logrado se preservará si hay constancia y perseverancia.

La constancia se evidencia con la firmeza de mantener una actitud ecuánime.

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