Consultorio de Familia

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Soraya Lara de Mármol

Pregunta de la lectora: Soy consciente de que me desespero fácilmente con mis hijos. Muchas veces me salgo de control, les pego y los castigo poniéndolos de rodillas frente a la pared o encerrándolos en su habitación. También les retiro privilegios como ver televisión y salir a jugar con sus amiguitos. ¿Qué más puedo hacer?

Respuesta de la terapeuta: Si los castigos y los golpes funcionaran, sus hijos hubiesen cambiado sus comportamientos. Además, estas formas de corrección no hacen más que lastimarlos física y emocionalmente.
Es imposible golpear y no lastimar psicológicamente. Cada golpe va acompañado de un mensaje verbal y no verbal que afectan la identidad y la autoestima. Los niños tienden a creer que son rechazados y poco amados cuando esto ocurre.
Las golpizas o“pelas”son recordadas y suelen ser consideradas injustas. El dolor físico pasa, pero el sentimiento de injusticia, vergüenza, miedo y culpa perduran. Estos sentimientos que se acumulan y luego se expresan mediante conductas de ira, irritabilidad, hostilidad, tristeza y deseo de venganza.
Niños golpeados y castigados tienden a mostrar comportamientos disociales en la adolescencia. Golpear siempre es un riesgo. Los niños golpeados podrían presentar poca sensibilidad o frialdad ante el sufrimiento de los demás. Ellos han tenido que aprender a ser insensibles frente a su propio dolor. Su comportamiento empático podría ser afectado.
Portarse mal- golpear- castigar- portarse mal, es un ciclo que no para, todo lo contrario, se hace crónico y rígido, lo que reduce la posibilidad de cambio.
Es fundamental enfocarse en el cambio de los padres. Los hijos no cambian solos ni porque sí. También los padres proyectan su propia ira, frustración, incompetencia o ineficacia. Si ellos se comportan así, es porque el subsistema parental no ha alcanzado el ejercicio pleno de la autoridad funcional.
Es preferible educar a los hijos bajo la premisa del respeto humano,creer que ellos poseen la capacidad de modificar sus conductas mediante la reflexión con el objetivo de que comprendan cómo sus comportamientos afectan a los demás.
También es más conveniente ofrecerles la oportunidad de reflexionar y de valorar la repercusión de sus comportamientos.
Este ejercicio requiere de paciencia y convicción, los resultados no serán inmediatos, pero el aprendizaje es mayor y se sostiene en el transcurso del tiempo.
El aprendizaje es bidireccional. Los hijos y los padres modifican simultáneamente los comportamientos y las formas de relacionarse.

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