Consultorio De Familia

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Pregunta del lector:

Cuando me separé de mi pareja acordamos que nuestros hijos pasarían conmigo cuatro días al mes. Tres veces a la semana los recojo en el colegio. Me preocupa que ellos se acostumbren a estar sin mí. La distancia no nos permite interactuar con frecuencia, no sé si esto podría debilitar el vínculo. Pronto entrarán en la adolescencia, ¿cree que esto pueda cambiar nuestra relación?

Respuesta de la terapeuta:

El vínculo establecido y fortalecido durante los años que compartieron y disfrutaron y el que los hizo cómplices como padre e hijos, permanece.
La distancia física no es equivalente a distancia afectiva ni debilitamiento de los vínculos. Como padre, su responsabilidad ontológica es mantener el lazo con ellos.
Conversar, compartir tiempo, escuchar sus inquietudes, conocer la etapa en la que se encuentran y las actividades de sus preferencias es fundamental para mantener la cercanía emocional. Podrá conversar y compartir acerca de temas de interés para ellos.
El tiempo con los hijos no es para ajustarlos a sus preferencias y lo que usted entiende que debe hacer con ellos, imponiéndoles su voluntad, olvidando que la prioridad es disfrutar y compartir en un ambiente en el que todos se sientan cómodos.
Todo espacio compartido y actividades realizadas son oportunidades para reencontrarse, redescubrirse, disfrutar juntos las etapas de crecimiento y participar activamente en el proceso enseñanza-aprendizaje de la gestión de las emociones y del comportamiento ético.
Los hijos de padres separados aprenden a disfrutar de cada uno si se crean las condiciones favorables para que ocurra. No importan las circunstancias de la separación si ambos son conscientes de que debe primar el bienestar emocional y físico de ellos.
En caso de que ninguno esté en esa actitud, no es recomendable detenerse a engrandar los conflictos e involucrar a los hijos innecesariamente, pues ellos procuran ser leales a ambos.
Planifique y coordine actividades de interés para ellos. Tome en cuenta las edades. Procure que en ese tiempo compartido no predominen sus actividades personales. El tiempo de sus hijos ha de ser sagrado, salvo ciertas excepciones.
Las relaciones afectivas, seguras y de confianza dependerán más de usted que de sus hijos, pues ellos aún son vulnerables. Su apoyo y protección son vitales para su estabilidad y madurez emocional.
Un padre leal y confiable se construye con acciones y actitudes sinceras.

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