CONSULTORIO DE NUTRICIÓN. Los alimentos y los niños

CONSULTORIO DE NUTRICIÓN. Los alimentos y los niños

Jimmy Barranco Ventura

P: ¿Por qué los niños prefieren el sabor dulce y rechazan los vegetales?

R: La preferencia por los alimentos dulces parece ser algo innato, que comienza instintivamente desde que nacemos, y facilita el consumo de leche materna cuyo sabor dulzón se deriva de la lactosa. El rechazo natural y brusco de los bebés al sabor amargo (como el de las verduras) les protege de la ingestión de venenos, dado que muchos compuestos amargos -aunque no todos- son tóxicos. En la infancia, el riesgo de envenenamiento accidental es mayor, ya que los pequeños se llevan todo a la boca, una característica más notable cuanto más pequeño sea el niño.

Históricamente el sabor dulce se asocia con comidas saludables, mientras que los sabores amargos se relacionan con comidas tóxicas. Nuestros antepasados solo podían distinguir entre un alimento y un veneno dependiendo de si este era dulce o amargo; y así, se acostumbraron a preferir las cosas dulces, por instinto natural para preservar la vida humana. Por otro lado, algunos expertos opinan que la preferencia de los niños por lo dulce podría deberse, también a que en esta etapa de la vida se necesita más energía para crecer, la cual pueden obtener fácilmente de los alimentos azucarados, por su mayor contenido calórico; mientras que el rechazo de los vegetales se debe, tanto a su sabor amargo, como a su bajo aporte calórico.

La predilección por el azúcar se reduce con la edad, a partir de los 12 años, porque se necesitan menos calorías, debido a que el crecimiento es cada vez más lento; y ya en la etapa adulta se disfruta de sabores más complejos, incluyendo los amargos. Sin embargo, los ancianos sienten la necesidad de consumir más azúcar, sal y grasa, para poder disfrutar sus comidas, debido a que tienen una disminución del gusto, por atrofia de sus papilas gustativas.

La aceptación de los vegetales por el niño mejoraría, si la madre consumiera estos alimentos durante el embarazo (debido a que el feto se acostumbraría a su sabor) y luego del niño nacer, ya que la alimentación se aprende por imitación. Finalmente, advertimos que el exceso de azúcar aumenta el riesgo de caries dental, obesidad, diabetes mellitus, elevación de triglicéridos y colesterol.

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