CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P.- Señor Martínez, ¿vio la denuncia del Ing. Osiris de León sobre el desastre ambiental que la minera Barrick Gold causa a los ecosistemas de Cotuí? ¿Podría explicar qué tan grave es la situación?

R.- Claro que sí, leímos la noticia del pasado fin de semana donde el ingeniero Rafael Osiris de León advierte sobre los daños potenciales de la continuación de las labores mineras en Pueblo Viejo, esta vez, no por las operaciones de la Rosario Mining Corporation, ni por la Rosario Dominicana, ni mucho menos por la Placer Dome, porque esa es historia patria; sino por la Barrick Gold.

Sin embargo, el contexto es el siguiente. La explotación de la mina de oro de Pueblo Viejo comenzó cuatro décadas atrás, de las cuales tiene más de una sin operación.

Es cierto, a cualquiera se le ponen los pelos de punta con solo pensar en el peligro ambiental que representan el río Margajita y las presas de cola de Las Lagunas y Mejiíta, por los enormes volúmenes de lodos con cianuro y metales pesados que poseen.

 Este es el pasivo ambiental heredado de las mineras extintas. Placer Dome no tiene responsabilidades porque ni siquiera comenzó a operar.

La Barrick Gold Corporation acaba de llegar al país y hace un mes que el Gobierno Dominicano anunció los acuerdos definitivos para concederle la explotación de la mina de Pueblo Viejo. Por lo tanto, todavía no.

Todavía la Barrick no ha enseñado las uñas. Incluso, las primeras noticias dadas por sus ejecutivos es que traen las más modernas tecnologías que actualmente existen en el mundo para sacar más oro y contaminar menos.

Cualquiera pensaría que estamos defendiendo a una angelita acabada de llegar del nirvana. Sí y no. Estamos defendiendo el hecho de que aquí, todavía no. El pasivo ambiental de la Rosario nada tiene que ver con las operaciones a futuro de la Barrick.

Ahora bien, la fama de esta empresa es conocida en todo el mundo, pues en este planeta no hay una minera multinacional más grande y si ya ha incursionado en casi 30 países, desde luego, tiene que tener una carta de presentación, y lo cierto es que a juzgar por lo que ha hecho en Argentina, Chile y Australia, no necesita mayores credenciales, pues la estela de destrucción y contaminación que ha dejado por donde ha pasado es tan grande que el infierno le queda chiquito. Sin embargo, aquí, todavía no.

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