CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P. Profesor,  ¿cuáles son los riesgos de las especies introducidas, porque siempre se ha dicho que casi todos los cultivos que producen los alimentos que consumimos, proviene de plantas introducidas y la mayoría de los animales de compañía, mascotas, también son especies introducidas y eso no es nada nuevo?

R. Es cierto, la mayor parte de las plantas que alimentan a la humanidad, muy especialmente los cereales, los granos y frutales, se originaron en puntos muy específicos del planeta. La India se considera como la madre de las especies aromáticas y los frutales más famosos del mundo. México y Centro América irradiaron el maíz y el cacao al mundo, Australia ha inundado el planeta con el Eucalipto y la Acacia mangium, África puso a la humanidad a tomar café y nosotros, los aborígenes de las Antillas, aunque parezca increíble, enseñamos a fumar a los reyes europeos primero y luego a todas las civilizaciones y culturas surgidas en los últimos cinco siglos.

El ser humano ha sido el agente de propagación de especies comestibles más importante que ha tenido el planeta, mientras las aves y los murciélagos, lo han hecho con las demás especies de plantas comestibles. Luego los insectos, el viento, las tormentas, los ciclones, las corrientes marinas y especies migratorias, se han cargado de poblar el planeta con la biodiversidad imperante en todos sus rincones. Entonces, por qué preocuparse cuando vemos el Chachá, el Nim, la Leucaena, la Tilapia o el Maco Pempén, quienes sin visa y sin pasaporte, llegaron desde el extranjero y se están adueñando de nuestros ecosistemas.

La preocupación no solo es legítima, sino, justificada de mil maneras. La vida no está tirada en la naturaleza. Se originó en lugares específicos y si se traslada a cualquier otro punto del planeta y se adapta de manera natural, sin causar daños a las especies autóctonas, pues no hay nada a que temer. Sin embargo las especies que hoy se propagan en el mundo, son muy pocas pero sumamente agresivas y que desplazan, impiden el desarrollo o la propagación de las especies endémicas de los territorios en que son introducidas.

En el mundo hay suficientes ejemplos de daños graves, incluso irreparables, que arrastran la mayoría de las especies invasoras introducidas por el ser humano, sin tomar en cuenta la riqueza biológica de los espacios que las acogen. La situación resulta más grave aún en territorios insulares como el nuestro.

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