CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P. Profesor, conocemos estudios que vinculan el cólera, el paludismo y otras enfermedades infecciosas con los cambios climáticos ¿hasta dónde son creíbles estos datos?

R. No hay dudas de que así es y si analizamos detenidamente lo que actualmente está ocurriendo en el país, no hay dudas de que se trata de una enfermedad causada por la insalubridad ambiental, agravada por las condiciones climáticas.

Tanto en la literatura técnico – especializada en los campos de la medicina y el medio ambiente, como en la literatura común, está debidamente documentada la relación existente entre calidad del ambiente y la salud. De hecho, más del 80% de las enfermedades comunes tienen su origen en la degradación y la contaminación ambiental.

Desde tiempos que se pierden en los anales de la historia se sabe que en todas partes del mundo y en todas las culturas o civilizaciones, se ha comprobado que el agua es fuente de vida y de muerte a la vez, todo depende más de su calidad que de su cantidad.

El agua es la mejor medicina cuando es potable y el peor vector de enfermedades cuando ha sido contaminada. Más que una hipótesis, este planteamiento es un axioma. Lo único nuevo para la humanidad, es el agravamiento y la frecuencia de enfermedad de esta naturaleza a causa de los cambios del clima.

En África (Zambia, Egipto, Marruecos…), América del Sur (Perú, Venezuela, Bolivia…), Europa (Italia, España…) y las Antillas (Trinidad y Tobago, Guadalupe, Martinica…), se vienen reportando casos de enfermedades infecciosas, paludismo y sobretodo, de cólera, asociados a cambios en los niveles de temperatura, las inundaciones, períodos de lluvias anormales y el consumo de ciertos productos del mar.

Las altas temperaturas y los períodos prolongados de lluvia, asociados a las escorrentías de aguas contaminadas (cañadas, ríos y arroyos con aguas servidas o cargados de basura), son ejemplos vivos de la propagación del cólera. Es lo que está ocurriendo en La Ciénega, los barrios aledaños a los ríos Ozama e Isabela y en el Nigua de San Cristóbal, entre otros puntos del país.

De igual manera se ha demostrado que el plancton marino (algas microscópicas), puede transportar el vibrio colerae de un continente a otro, gracias a las corrientes marinas y las altas temperaturas. Estas algas al ser consumidas por los peces, las langostas y otros crustáceos, pueden ser vectores del cólera para el Ser humano que los consuma crudos o mal cocinados.

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