CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P. Profesor, participamos de la jornada “Se nos muere El Camú: ¿Qué haremos?”,  convocada por la Oficina de los Fondos Mineros de La Vega y le preguntamos; ¿habrá otros ríos en el país con esta misma situación?

R. Cada río es una realidad distinta y aunque muchos confronten problemas ambientales similares, la situación particular de cada uno siempre será diferente. La degradación y muerte de un río están vinculadas al trato humano que se le dé. Nosotros somos quienes cargamos con la culpa, pues la naturaleza nunca se hace daño a sí misma.

El Camú, un río cargado de historia, con leyendas muy hermosas que lo vinculan a epopeyas y momentos especiales de la prehistoria de La Española y a la vida colonial, hoy sufre un proceso de degradación tan drástico, que técnicamente muere a su paso por la ciudad de La Vega. Es increíble que en un tramo inferior a los dos kilómetros de longitud, una fuente de agua pueda recibir tanta carga contaminante, que lo dejen prácticamente exhausto, como pasa en este caso.

Y lo peor de todo es que nadie o muy pocos se dan por enterados de lo que está pasando con una de las fuentes acuíferas de mayor relevancia que tiene el país. Pero la indiferencia pasmosa que manifiesta la sociedad vegana con su mayor riqueza natural, no es un caso exclusivo de esta urbe cibaeña.

Lo mismo pasa con el Higuamo en San Pedro de Macorís; con el Yaque a su paso por Santiago, con el Duey en Higüey, con el San Marcos – Puerto Plata y 10 veces peor con el Isabela y el Ozama en la capital dominicana; donde la irracionalidad tiene grados de expresividad que rebasan cualquier nivel de análisis.

Pero lo que más asombra o reclama de nuestra inteligencia, es que estas fuentes de agua no están muriendo por la sequía, sino por la inconducta y la insensibilidad humana. Ninguna empresa tiene derecho a contaminar un río que es patrimonio común de la sociedad, para buscar lucro particular. Por más humilde que sea un padre de familia, se le debe permitir que se asiente con los suyos en las márgenes de un río y a veces encima de la misma fuente acuífera.

El reto es para el Estado, es para la sociedad y sobretodo, es para mí. Nuestra vida depende de las fuentes acuíferas. Más que recursos, necesitamos voluntad, sensibilidad e inteligencia.

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