CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P.- Profesor, la pregunta clásica ante la inminencia de un ciclón, ¿Qué hacer?

R.- Una respuesta simple para una pregunta compleja: “prepararnos para recibirlo”. Ninguna otra cosa puede hacerse ante el acercamiento de un ciclón, pues nadie puede impedirlo ni pedirle que cambie de ruta. Ahora bien, prepararnos significa muchas cosas, donde el equipamiento para la acción es indispensable, pero no lo más importante. La mejor respuesta ante cualquier evento de esta naturaleza, es la prevención.

Si, prevención es la palabra clave, pues ante los eventos catastróficos del clima, muy especialmente cuando se habla de ciclón, no se sabe si es a los vientos o es a las lluvias, o si es a ambas cosas a la vez, para lo cual deberíamos estar preparados, pues de las lecciones aprendidas en el pasado, aquí resultan tan catastróficos los vientos (Caso San Zenón, que alcanzó ráfagas huracanadas de 360 kilómetros por hora), como las lluvias (Caso reciente de Noel, donde no hubo ni siquiera una brisita).

¿Pero prepararnos para qué?, porque son tantas cosas las que entran en riesgo, que a veces quedamos indecisos sobre lo que se debe atender primero: los bienes, las casas, las presas, los campos de cultivo, los canales de riego, el ganado, los invernaderos… Lo primero a salvar, es la vida, evitar por todos los medios, la pérdida de vidas humanas, porque cualquier otro bien, carece de valor, ante la desaparición de un ser humano a causa de eventos como éstos.

En tal sentido, como la República Dominicana tiene muy bien definida su temporada ciclónica, la tarea preventiva primaria a realizar, tiene que estar orientada a los asentamientos humanos en zonas vulnerables. La tormenta Olga, que se le olvidó que la temporada ya había pasado, pues se presento casi a mediados de diciembre del 2008, se encargó de señalar, delimitar y hasta casi deslindar, las áreas no aptas para la habitabilidad humana, tanto en el Bajo Yuna, como en los bajos yaques (del Norte y del Sur), pues este fenómeno meteorológico se encargó de repartirle agua equitativamente a todo el país.

Aprender a convivir con los cambios climáticos no significa que la gente del Bajo Yuna se siente sobre el techo de las casas para estudiar la psicología del río, como hasta ahora lo han hecho, sino que, siguiendo una política nacional de asentamientos humanos, se inicie un traslado paulatino y persistente a largo plazo. 

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