P. Profesor, ¿qué es una sequía crónica?, pues inquieta la información académica que casi es una alerta mundial para los países que deben comenzar a planificar su futuro, que dice: “una de las consecuencias directas de los problemas asociados a los cambios globales del clima que la humanidad tendrá que enfrentar y crear mecanismos adecuados para contrarrestarlos, será la severidad de “las sequías” y su agravamiento hasta convertirse en crónicas.

R. Una sequía crónica es aquella que se mantiene latente por períodos relativamente prolongados y aunque su gravedad o severidad se vea menguada o paliada por lluvias locales o puntuales, se mantiene de manera estacionaria por varios años. Y… precisamente es lo que está pasando con la República Dominicana, que ya entra a su tercer año con una sequía estacionaria, sin que brinde signos reales de conclusión.
Desde octubre del 2013 hacia acá, la sequía ha asolado todo el territorio nacional y las poquitas lluvias que se han presentado, no han sido suficientes para calmar la sed de las presas y embalses de todo el país. Es cierto que después de 24 meses seguidos, las lluvias han vuelto a presentarse en los sistemas montañosos que preceden el gran macizo de la Cordillera Central e incluso, han causado inundaciones en algunos puntos del interior, pero ello no ha sido suficiente para acallar el clamor de los agricultores de Baní por ejemplo, o los ganaderos de la Línea Noroeste.

A medida que nos aproximamos a la próxima Conferencia Mundial del Clima a celebrarse a fin de año en París (Cop-21), nuevos elementos comienzan a surgir, fruto de las investigaciones que se encaminan en todas las latitudes del planeta, en torno a los cambios globales del clima. Uno de ellos es el caso de las sequías crónicas, pues si bien es cierto que los fenómenos de “El Niño” y “La Niña”, lo han reflejado de alguna manera en los últimos 12,000 años, nunca ha sido tan marcado para el Continente Americano, como está ocurriendo actualmente y de manera generalizada, tanto en el Norte, como en el centro y Suramérica, incluyendo el Gran Caribe, en los últimos 60 meses.

Hay catástrofes naturales que dejan huellas y daños cuantiosos al instante, como son los terremotos; pero también las “silentes”, que no hacen ruido y pueden causar heridas al planeta que jamás cicatricen. Es lo que se teme de las sequías crónicas.