Consultorio Ecológico

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Eleuterio Martínez

P. Profesor, ¿es cierto que existe una temporada de incendios forestales?

R. Claro que sí y no solamente una, sino dos al año. Es decir, a nadie debe sorprender la cantidad de conatos de incendios forestales que se han presentado en el país en los dos primeros meses del año, tenemos que darles gracias a Dios que han sido simples conatos, aunque hay algunos que han ganado cuerpo, pues lo normal es que en cada temporada se presente uno o dos grandes incendios en las zonas cordilleranas.
La primera temporada de incendios en la República Dominicana va desde enero a mayo, la más alta y para la cual se necesita planificación, labores preventivas y personal especializado, porque no todo el mundo puede trabajar en el control y combate de incendios, por el peligro que entraña la inexperiencia.
La segunda temporada, más corta y menos agresiva discurre entre los meses de julio y agosto, pero de igual manera, amerita de labores preventivas y planificación. ¿Por qué resulta necesaria la planificación y preparación? Muy sencillo, desde 1962 se llevan registros o estadísticas de incendios forestales en el país, lo cual ha permitido evaluar los impactos que los mismos tienen sobre los bosques y las masas forestales del país.
Estos registros son los que le han permitido al país establecer las temporadas de incendios y los daños son tan considerables que en 1983, en tan solo 76 horas (tres días), un incendio devastó 55,000 tareas de pinos en Valle Nuevo.
Un incendio puede convertir en cenizas extensas zonas boscosas cordilleranas, muy especialmente cuando se trata de bosques de coníferas, pues el pino verde arde más rápido que el pino seco y a veces la agresividad de las llamas avivadas por fuegos de cabeza o de montañas arriba, arrancan ramas y alcanzan grandes distancias que provocan nuevos conatos de incendios o amplían más rápido el área de impacto de los mismos.
Es decir, un fuego forestal puede borrar totalmente todos los esfuerzos de reforestación que se hacen durante uno, dos y hasta tres años, no solo afectando masas boscosas en sí, sino, consumiendo ingentes recursos requeridos para las futuras actividades de reforestación. Pero lo que sí se debe lamentar es que las masas boscosas devastadas, necesitarían décadas para recuperarse o alcanzar el nivel de desarrollo que tenían al ser convertidas en cenizas.
La palabra mágica se llama “prevención”, porque siempre resulta más conveniente que la remediación.

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