CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P. Profesor, ¿cuál es el problema que crean las especies introducidas y por qué también se les conoce como especies invasoras?

R. La vida no está tirada en la naturaleza. Toda especie que aparece de manera natural en un espacio geográfico determinado, obedece a las leyes que la naturaleza ha impuesto y que la evolución, la ley mayor, se ha encargado de que sea la más idónea o apropiada.

Se le llama especie introducida a cualquier planta o animal que siendo originaria de un espacio geográfico determinado, es trasladada artificialmente a otro espacio distinto. Si llega de manera natural (por especiación, el viento, corrientes marinas, especies migratorias o cualquier otro evento o fenómeno natural) ajeno a las influencias humanas, pues no se le considera introducida, sino endémica o nativa.

Es endémica cuando evolucionó en ese lugar (Ébano Verde, por ejemplo) y nativa (Caoba…), si se le observa viviendo aquí y en diferentes espacios geográficos del planeta, sin que haya intervenido el ser humano. El valor de lo nativo y lo endémico reside en la estabilidad ecológica o ambiental del espacio que esas especies están ocupando.

Es decir, solo se habla de especie introducida cuando llega por causas antrópicas, vale decir, por influencias humanas y se le considera invasora a toda planta o animal que tiende a desplazar o a eliminar las nativas o las endémicas. Casi todas las especies introducidas se convierten en invasoras, porque no tienen el control original que le impuso la naturaleza en su lugar de procedencia.

Por múltiples causas (conveniencia económica, estética, creencias…), el ser humano siempre está introduciendo especies y si los equivalentes ecológicos lo permiten, pues el éxito está garantizado. Muchas veces los resultados resultan favorables (a corto plazo), pero en la mayoría de los casos, se crean inconvenientes que se magnifican con el tiempo y los daños se hacen incalculables.

Amargas experiencias tenemos con el hurón, la leucaena, la cucaracha, la hidrila, los ratones… y ahora, el pez gato en agua dulce y el pez león, en el mar. En ambos casos, se trata de especies sumamente agresivas que desplazan o eliminan las especies endémicas y nativas, transformando radicalmente la composición de nuestra biodiversidad y creando desequilibrios ecológicos con desagradables consecuencias económicas, políticas y sociales. Sólo la evolución corrige todo, ¿pero en qué tiempo y a cual precio? El problema mayor reside en la dificultad para revertir artificialmente el proceso desencadenado por las invasoras.

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