P. Profesor, a propósito del terremoto de Haití ¿será cierto que la vida está en peligro?
R. En cuestión de segundos, cualquier fenómeno de la naturaleza (terremotos, tsunamis, incendios, ciclones, rayos, trombas, granizadas, remolinos, nevadas…), puede quitarles la vida a más personas y crear devastaciones extremas más grandes que cualquier guerra jamás vista en el mundo, incluyendo las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagazaki.
Un simple ejercicio mental, tan elemental como sumar los muertos en Haití del 2010 y los del 2021, en menos de 20 segundos, que es el tiempo que consumieron o que duraron ambos eventos sísmicos, puede darnos una idea de lo frágil que resulta la vida humana ante los eventos naturales catastróficos y lo indefensos que estamos para hacerle frente, a pesar de los avances en el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico que ha alcanzado la humanidad a esta altura de los tiempos.
Es las Naciones Unidas la que está advirtiendo que todo este nerviosismo planetario increscendo que se desnuda ante nuestros ojos, lo está causando el Ser humano, la especie mejor dotada de facultades entre los hijos de la naturaleza.
Los expertos del cambio climático, los cerebros mejor amueblados en estos asuntos, aseveran que es imposible seguir negando que el desafío mayor para la supervivencia de la biodiversidad, tanto en la tierra como en los océanos, por el cual atraviesa la Tierra, es de exclusiva factura humana.
El último documento, todavía en fase de borrador que las Naciones Unidas está entregando a la humanidad, como Guía Mundial para Preservar la Diversidad Biológica del Mundo, dice que para el 2030, todos los países (el Planeta), debe garantizar la protección efectiva de al menos, el 30% de su superficie terrestre e igual proporción de sus espacios marinos y que para el 2050, tendremos que “Vivir en Armonía con la Naturaleza”, sí o sí.