CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales

P.- Señor ambientalista, hace muchos años que yo oigo decir que el gobierno va a defender Los Haitises, ¿no le parece la reedición de un nuevo capítulo de una novela que no se sabe si algún día tendrá fin, los despliegues de prensa que estamos viendo…?

R.- Siempre se ha dicho que lo último que puede perder el Ser Humano y la sociedad que lo acoge, es la esperanza. Han pasado 22 años de aquel famoso operativo “Selva Negra” emprendido el 30 de agosto de 1986, justo cuando la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) dio a conocer al país que su cobertura forestal había descendido a un 10.1% de la superficie nacional (Documento Básico del Sector Forestal – República Dominicana).

“Selva Negra” fue la respuesta oficial ante el anuncio de FAO de que los bosques dominicanos no alcanzaban efectivamente ni siquiera 5,000 kilómetros cuadrados de los 48,600 que tiene la geografía de la parte oriental de La Española.

Aunque muchos no quisiéramos recordar aquellos episodios dramáticos puestos en escena en el “Gordo de la Semana” y que conmovieron el país y al mundo, sobre la forma en que se detuvieron las carboneras, los incendios y los cortes clandestinos; buena parte del verde que todavía le queda al país, se debe precisamente a esa batalla descarnada contra la depredación que emprendieron las Fuerzas Armadas el 30 de agosto de 1986.

Quienes conocemos la historia de Los Haitíses, no de referencia sino porque las circunstancias nos colocan entre los protagonistas y testigos de excepción, podemos afirmar que para aquel entonces, de los 1,600 kilómetros cuadrados que tiene esta región, no le quedaban ni siquiera 200 kilómetros cuadrados que los conucos, la ganadería, las quemas y las siembras de yautía, dejaran libres.

Para los que llevan apuntes, les decimos que desde Pilarcón hasta Trepada Alta, desde la Sabana de los Javieles hasta Los Limones, desde Majagual hasta Gonzalo y desde Los Ramones hasta Payabo, Guaraguao o Cevicos, nunca se apagaba una chimenea, una humareda y el ganado se pastoreaba con helicópteros.

De manera que el optimismo tiene que seguir siendo nuestro norte y aunque nos duela hasta el Alma el drama de las familias que allí buscan su sustento, este es un paso que necesariamente hay que dar.

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