CONSULTORIO ECOLÓGICO

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Especialista en recursos naturales
P. Profesor, desde un punto de vista ambiental y dejando la ingeniería de lado, ¿existe una explicación válida para justificar las tantas veces que el río Ocoa se ha llevado el puente que comunica con Sabana Larga?

R. Desde muy temprano en la década de los 80’s del siglo pasado, la cuenca del Río Ocoa se había identificado como una de las más afectadas por la erosión en todo el territorio nacional, calculándose que anualmente se perdía cerca de 500 toneladas de suelos por hectárea.

Cuando la erosión en una cuenca hidrográfica alcanza las 10 toneladas por hectárea por año, debe declararse bajo amenaza y si llegase a las 100 ton/ha/a, debía declararse en estado de emergencia. Por estas razones en 1981 – 83, allí se inició un plan de manejo de la cuenca alta del río Ocoa (Proyecto MARENA), que incluía su reforestación y todo tipo de labores de conservación de suelos, con fondos aportados por la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (AID).

Pero la cuenca de este río es un lavamanos. A lo mejor nos hemos percatado de que cuando abrimos la llave de un lavamanos, toda el agua que cae se concentra rápidamente en un punto y se va por el hoyito; pues cuando una cuenca está muy deforestada, ocurre exactamente lo mismo.

Ante la ausencia de una arboleda que le sirva de alfombra a la cabecera de un río, que pueda captar, almacenar y escurrir las aguas cada vez que llueva, al llegar las precipitaciones sobre el suelo desnudo, el arrastre de los suelos por las escorrentías crea fenómenos de erosión que se agravarán de acuerdo a las pendientes, el relieve y la torrencialidad del curso principal que las canaliza.

El río Ocoa es el mejor ejemplo que tenemos en el país de una cuenca estilo lavamanos y las consecuencias se pueden apreciar con entera claridad en el Puente Ocoa – Sabana Larga, el cual ha sido totalmente colmatado y las aguas le pasan por encima y no por debajo.

La erosión de este río es tan proverbial que en su cauce a duras penas se observa un hilito de agua entre un mar de rocas.

No basta con las técnicas de ingeniería para garantizar la vida útil de un puente si previamente no se conoce la torrencialidad y la cobertura forestal de su cuenca de captación. Reforestar es lo primero.

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