P. Profesor, hablando de Áreas Estrictamente Protegidas, ¿Cuáles aportes ofrece la Reserva Científica Dicayagua al mundo de las ciencias?
R. Más que aportes, yo diría, verdaderos desafíos en el campo de la investigación del comportamiento de ciertas especies botánicas terrestres, exclusivas de desiertos y ambientes sumamente áridos, que inusitadamente aparecen como plantas epífitas, para lo cual es preciso adoptar características totalmente disímiles o muy distintas a la que se supone su dinámica fisiológica, fitosociológica y convivencia florística difíciles de aceptar a primera vista, en cuanto a su conducta en el campo de la ecología, al pasar de especies autárquicas a constituir comunidades botánicas dependientes.
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Dicayagua es un auténtico misterio para cualquier investigador naturalista, para los especialistas y expertos de la botánica y sobretodo, para quienes incursionan en el estudio y la comprensión de la estructura y respuestas de la convivencia de plantas de distintas procedencias, pues no es lo mismo ver especies simbióticas (comensales) con apariencias antagónicas (alelópatas), increíblemente conviviendo o compartiendo espacios comunes.
Tratamos de ilustrar y explicar con palabras sencillas algo que resulta sumamente difícil desentrañar para las ciencias naturales, como sería describir la complejidad planteada por el bosque de galería del Río Dicayagua, donde aparecen varias cactáceas epifitando sobre árboles portentosos, como el Samanea saman.
Pero lo extraño es que no se trata de un accidente, de uno o dos casos, si no de 5, 10 y no se sabe de cuantos más. A mí, que me ha correspondido visitar, recorrer y conocer casi todas las áreas protegidas dominicanas, puedo aseverar que se trata de un caso único…