P. Profesor, ¿Cuál es la importancia del turismo de observación de ballenas en la Bahía de Samaná?
R. El turismo de naturaleza es la ventana del desarrollo sostenible que más promete en la ruta del porvenir y el futuro de la nación dominicana. El ecoturismo no es un destino, es una dimensión, tan amplia como la imaginación, tan perdurable como la planificación y el buen juicio lo determinen y tan rentable como la capacidad de gestión marque las pautas.
Es decir, la grandeza y el potencial del desarrollo de la República Dominicana, no solo radica en Bahía de Las Águilas, Miches y Monte Cristi, por mencionar tres ejemplos de territorios vírgenes, de playas paradisíacas, considerado el “cebo” del anzuelo para captar la inversión extranjera; si no, el turismo que no ocupa espacio y si lo usa, lo hace de manera intangible, que no siempre deja huellas.
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Nos referimos al evento más espectacular que escenifican anualmente las ballenas jorobadas en las aguas del Atlántico Norte, que da a los bancos arrecifales de La Plata, La Navidad, El Pañuelo y Bahía de Samaná, donde estos mamíferos marinos ejercen su nicho reproductivo y aunque se trata de especies amenazada seriamente por la extinción (desaparición de la faz de la Tierra), en lo que va de este tercer milenio, los cálculos de población anual que utiliza las aguas territoriales dominicanas, muestran altibajos que tienden a ser positivos.
Ver las acrobacias del segundo animal más grande del mundo: saltos, soplos, afloramientos frecuentes para enseñar su lomo, su apareamiento, sus cantos, los neonatos nadando junto a su madre, combinados con su carisma y docilidad, llaman tan poderosamente la atención del mundo, que cientos de curiosos de todas las latitudes, quieren venir, cada vez en mayor número, a disfrutar de este espectáculo tan singular de los océanos.