P. Profesor, ¿con cuales recursos nuestros hijos financiarán su porvenir?
R. Con las aguas nacionales y los servicios ecosistémicos que brindan las áreas protegidas.
Es cierto que a veces los períodos de sequía prolongados nos asustan, (Línea Noroeste y Región Enriquillo) y, de igual manera, las temporadas lluviosas que rebasan la capacidad de almacenamiento de los bosques cordilleranos, provocando la inundación de valles y llanuras, destrucción de los cauces ribereños, arruinando infraestructuras indispensables para el desarrollo y hasta cobrando con vidas y bienes los pecados de la depredación de montañas y la eliminación de los bosques de galería.
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Sin embargo, el Gran Capital para el desarrollo nacional, presente y futuro, reside en las Aguas Nacionales y los ecosistemas dominicanos. ¿Qué pasaría si dejamos morir el Yuna, la segunda cuenca más grande del país y la primera, la más importante y la única que produce aguas seguras para sustentar nuestra soberanía alimentaria y almacenar el líquido de la vida, la sangre de la nación, en las 8 presas o embalses más grande y más elevados del Caribe Insular: Hatillo, Rincón, Blanco, Pinalito, Arroyón, Tireíto y dos presitas colgadas al cuello del macizo de Alto Bandera y El Pichón, a casi dos kilómetros de altura, dentro de los parques nacionales Valle Nuevo y La Humeadora.
En estos momentos, nadie tiene autoridad para hablar de progreso, bienestar y salud económica del país, de cara al porvenir, sin tomar en cuenta la Isla Saona del Parque Nacional Cotubanamá, ni Bahía de las Águilas o Pelempito, en los parques nacionales Jaragua y Sierra de Bahoruco, así como a nadie se le ocurre pensar que tendremos suficiente agua para la agricultura, la pecuaria o la generación de energía limpia, sin los parques nacionales Armando Bermúdez, José del Carmen Ramírez, Nalga de Maco y el proscrito Manolo Tavares Justo.