R. Porque vivimos en el país de Alicia y sus maravillas. Lo único que nos salva con el caso del Parque Nacional Sierra de Bahoruco, es que cuando la racionalidad no funciona, ni tampoco las leyes, la Providencia Divina ocupa su lugar y hay una máxima popular que reza: “lo demasiado, hasta Dios lo ve”.
Lo irracional en este caso, no es que esos terrenos nunca fueron mensurados ni registrados en el Tribunal de Tierras, porque Enriquillo solo vivió 15 años en esta Sierra y le faltaban 5 para alegar propiedad ante el Tribunal de las Encomendaciones Coloniales, cuando el invasor proscribió todas sus normas. Lo que realmente carece de la lógica más elemental, es que hoy alguien pretenda reclamar como suyo, 700 kilómetros cuadrados, o lo que sería lo mismo, 1,120,000 tareas o 700,000,000 de metros cuadrados, de esas mismas tierras.
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Ni a Pedro Santana se lo ocurrió semejante vulgaridad, cuando en 1847 se adjudicó por Decreto la Isla Saona, por un período de 50 años para explotar sus 110 kilómetros cuadrados de bosques predominantemente de caoba, que pertenecían a Cotubanamá. Gracias a Dios, año y medio después, Buenaventura Báez y su ejército de cortadores de madera (madereros), le arrebataron el poder y se hicieron con el botín, el cual también perdieron en medio de la convulsa situación política de entonces.
Pero algo habrá que hacer, porque si el artículo 15 de la Primera Norma que nos rige no funciona, no habrá Ley Adjetiva que lo haga en lo adelante y cualquier “constancia anotada”; perdón, una simple “carta constancia” de Bienes Nacionales, bastaría para darle en propiedad a cualquiera, el Monumento Natural “Isla Catalina”.