P. Profesor, se acaba el agua en las presas, los embalses están secos, pronto no tendremos ni una gota en el vaso, ¿Qué hacemos?
R. El Gran Sabio, el Sumo Sacerdote, el Dueño del Conocimiento del bien y del mal dijo: Si yo supiera que el mundo se va a acabar mañana, si no supiera qué debo hacer y si no me quedara tiempo para nada…, yo sembraría un árbol.
Prudencia, inteligencia, ahorremos y que jamás se nos escape ni una sola gota del preciado líquido. Vamos a comprometernos con la vida, hagamos un pacto con el agua, con nosotros mismos, por el mañana, por nuestros hijos, ya no hay tiempo para echarle la culpa al otro. Soy el único responsable de lo que me pasa y si todos hemos asesinado al río, todos tendremos que devolverle la vida.
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Nadie le dijo al niño que en el pecho de su madre estaba el pan de cada día. A nadie hay que enseñarle a sembrar un árbol, todos sabemos que sin él no habrá agua.
¿Quién fue que maldijo?, ¿Quién le pegó fuego al bosque, a quien le hicimos daño…? Si escupimos para arriba, no habrá saliva que caiga al suelo. Solo los árboles le piden agua al cielo, porque no tienen un recipiente para buscar en el río. No la desperdician, la ahorran y la racionalizan hasta que el sol prenda nuevamente la planta y las lluvias regresen.
Vamos a sembrar un árbol en la montaña, donde nadie nos vea, a la orilla del río, con la semilla que llegó a mis manos, permitamos que la alfombra verde se teja sola, se ensanche y crezca sola. Si alguien me ayuda, alabado sea Dios, de lo contrario, es a mí que me toca sembrar el árbol, abonarlo y cuidarlo.
¡Que así sea!