P. Profesor, ¿Cuándo, cómo y quién inició los esfuerzos para salvar el Yaque del Norte?
R. Fue en 1920, hace exactamente un siglo, cuando la Cámara Civil y Comercial de Santiago se hizo eco de la denuncia sobre los cortes indiscriminados de pinos realizados en las mismas nacientes del Yaque del Norte, en plena ocupación norteamericana de la República Dominicana, por parte de los Estados Unidos, que había declarado un año antes (1919), todas las áreas cordilleranas del país, como “Reserva Fiscal Forestal del Estado” y los pinares, eran los únicos bosques que permanecían intactos, es decir, no explotados.
Una de las causas de la ocupación, era la deuda externa que tenía nuestro país y ante la imposibilidad de cumplir sus compromisos económicos, en las aduanas se registra la madera entre los principales y a veces, como único producto de exportación hacia los mercados mundiales de entonces, en los dos siglos anteriores (XVII y XVIII).
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Fue así como Estados Unidos hizo dos inventarios forestales para saber cuánta madera tenía el país y dónde estaba, para lo cual contrató a los dos primeros ingenieros forestales que pisaron suelo dominicano: Charles Wood (1906 – 1909) y William Daves Durland (1918 – 1922).
Para brindarle un argumento sólido a la Sociedad de Santiago de entonces, que tenía a su Yaque Dormilón como inspiración y su principal riqueza natural, dos figuras egregias de la vida nacional, Juan Bautista Pérez Rancier, economista y geógrafo de renombre, que había hecho carrera diplomática en Europa y África y Miguel Canela Lázaro, el primer gran médico dominicano que había hecho aportes mundiales en su campo, graduado en París, hicieron los estudios de deslinde para la creación del “Vedado del Yaque” en 1920 y el 27 de noviembre de 1928, se convirtió, en la primera “Área Protegida” dominicana, para salvaguardar la primera arteria fluvial dominicana.