P. Profesor, si la economía va bien, a la ecología debe irle mejor ¿a usted que le parece?
R. Eso es lo sensatamente concebible cuando se piensa en la sostenibilidad, pero esta premisa solo se cumple en países que apuestan a su porvenir. Costa Rica, un poquito más grande que República Dominicana y con exactamente la mitad de su población, renunció totalmente a la minería y es un ícono mundial de la conservación de sus riquezas naturales.
En muchas naciones suramericanas (Ecuador, Bolivia, Perú…), se vive un fuerte fervor conservacionista, porque han palpado los beneficios que le genera el turismo de naturaleza y, en la Costa Oeste (Pacífico) de Estados Unidos, todo el Estado de California y la zona de los Lagos, incluyendo la Costa Atlántica, se le ofrenda un respeto absoluto a sus áreas protegidas, algo internamente bien valorado y que el mundo reconoce.
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Aquí estamos convencidos de que los turistas que nos visitan, vienen detrás de una naturaleza inigualable, de sus encantos y secretos que no tienen destinos tan apetecibles en la Región Insular de las Antillas; pero nos sorprende cuando miramos al porvenir y éstas cosas parecen relegarse en la planificación.
Basta un ejemplo para dejarnos entender. Monte Cristi permanece virgen para el turismo y su oferta natural, que a nadie tiene que envidiar, porque sus valores y potencialidades son muy diferentes y hasta más prometedoras que otras zonas del país con avances significativos. Sin embargo, la Playa Los Cocos de Manzanillo, en un municipio envuelto en sueños de un desarrollo a gran escala a corto plazo, como Pedernales, tiene un astillero improvisado arruinándole la zona con mayor potencial turístico y de extrema sensibilidad ecológica.
Los moradores de Pepillo Salcedo quieren saber si pueden ser sujetos a tomar en cuenta o el desarrollo los arroyará, junto a sus riquezas naturales.