Consumismo, un mal de graves consecuencias

Consumismo, un mal de graves consecuencias

Comprar sin mesura, gastar sin medida y sin necesidad se está convirtiendo en una enfermedad que ataca en todas las culturas. El “Informe sobre el estado del mundo en 2004” publicado por el Instituto Wolrdwatch afirma que el consumismo se propaga generando graves consecuencias.

El apetito consumidor que existe en el mundo no sólo ha perjudicado por igual la vida de ricos y pobres, sino que mantiene un ritmo insostenible, según el «Informe sobre el estado del mundo en 2004» publicado por el Instituto Worldwatch (Una mirada sobre el mundo).

La necesidad de gastar sin motivo aparente, de una manera compulsiva, se está convirtiendo en una obsesión de los mayores que se empieza a contagiar a los más pequeños. Los periodos de rebajas o descuentos en grandes almacenes y tiendas suelen ser los peores.

Las Organizaciones de Consumidores y Usuarios recomiendan que se ejercite un “consumo racional y lógico” e incluso indican que se elabore una lista de los productos que realmente se necesitan antes de lanzarse a la calle con el dinero en el bolsillo.

[b]Síndrome de moda[/b]

El llamado «Síndrome de la moda» es el fenómeno más reciente y sobre él se están estudiando gran número de casos en todo el mundo. Los expertos han definido el «Síndrome de la moda» como un comportamiento patológico que se caracteriza por la dependencia creciente del deseo de adquirir ropa y complementos del vestir que no son necesarios, hasta el punto de que los afectados regalan poco tiempo después prendas cuya compra representó un serio quebranto para su economía.

La mayor parte de los casos estudiados demuestran que la persona adquiere ropa o complementos no solo innecesarios, sino inapropiados para el estilo o la personalidad del comprador, incluso tallas mayores o menores de las que se necesitan. Estas adquisiciones desproporcionadas acarrean sentimientos de culpa, descenso de la autoestima y numerosos problemas con la familia.

Las personas más propensas a padecer este síndrome son mujeres entre los 18 y los 35 años con un nivel económico medio-alto y estudios preferentemente medios e incluso universitarios. El culto a la belleza motiva todo tipo de gastos de tiempo, dinero y energía, y no hay mejor forma de demostración del propio estatus que la utilización ostentosa del atuendo.

En cualquier caso, no debe confundirse el consumismo moderado, el de permitirse un capricho que levanta el ánimo en un día desmoralizador con la compra a discreción, con lo que define el síndrome de la moda.

[b]Los niños, afectados[/b]

El problema se complica cuando se trata de niños o adolescentes. Nadie les ha educado ante el consumo y son las principales víctimas y las más indefensas ante el consumismo masivo que bombardea constantemente la publicidad de una u otra forma.

Para empezar, para los niños el dinero no está ligado a esfuerzo personal alguno. Es como el Gran Maná que baja del cielo, se pone en sus manos y les sirve para adquirir algún que otro capricho.

Los padres pasan poco tiempo en casa y lo solucionan poniendo a la disposición de sus hijos su tarjeta de crédito. La Asociación Mexicana de Estudios del Consumidor (Amedec) señala en uno de sus informes que muchos padres usan a la televisión como «niñera electrónica», que actúa, aparentemente, como un «narcótico» para los niños.

La Amedec afirma que «la TV rinde culto a la agresividad, el militarismo, la fuerza física, el liderazgo sin trabajo de equipo, sin solidaridad ni respeto». Bajo la influencia de la televisión, advierte la organización, los niños «se hacen irritables, caprichosos, cansados, permanentemente insatisfechos, por lo que buscan el consumo compulsivo de refrescos, bebidas, frituras, pastelillos o golosinas”.

El efecto más inmediato del consumismo repercute de una manera directa en la economía doméstica, pero no es el único perjuicio por el que atraviesa la sociedad, que cae hacia el abismo del gasto industrial y energético.

Según el informe del Instituto Worldwatch, el consumismo, que se ha extendido por el mundo debido a la creación de mayor riqueza y la globalización, acarrea graves consecuencias para aquellos que gozan de mayor poder adquisitivo y no contribuye a resolver los problemas de los sectores más indigentes.

[b]Enfermedades del consumismo[/b]

El Instituto incluye a la obesidad como «enfermedad del consumismo». «El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta», y agrega que más de 1.700 millones de personas ingresaron durante gran parte del siglo pasado a la «clase consumista» y adoptaron dietas, sistemas de transporte y estilos de vida hasta ahora limitados a Europa, América del Norte y Japón.

Christopher Flavin, presidente del Worlwatch Institute, afirmó durante la presentación del informe, que «el aumento del consumo ha ayudado a atender necesidades básicas y a crear fuentes de empleo. Pero en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los más desfavorecidos satisfagan sus necesidades básicas», añadió.

Flavin afirmó que los mayores índices de obesidad y deuda personal, escasez crónica de tiempo y degradación ambiental son síntomas de un consumo excesivo que reduce la calidad de vida para mucha gente.

[b]Gastos cuadruplicados[/b]

El informe señala que el gasto para la adquisición de bienes y servicios se cuadruplicó entre 1960 y 2000, un periodo en el que aumentó en más de 20 billones de dólares. Además, sólo un 12 por ciento de la gente que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del 60 por ciento de ese consumo, mientras que los que viven en el sudeste asiático o en África al sur del Sahara representan sólo un 3,2 por ciento.

Según los directores del proyecto, Lisa Mastny y Brian Halweil, en las últimas décadas el consumismo de los más ricos, y ahora de las clases medias, ha ido más allá de la intención de saciar necesidades o incluso ansias.

Para el Worldwatch Institute, el ejemplo clásico de país consumista es Estados Unidos, donde hay más automóviles que personas autorizadas para conducirlos. Pero esto no significa que los estadounidenses sean más dichosos, ya que sólo un tercio de ellos dijo, en la encuesta efectuada para el estudio, que vive «muy feliz». Esa cifra es casi igual a la de 1957, cuando sólo disfrutaban de la mitad de su riqueza actual.

El creciente consumo en el mundo industrializado y en los países en desarrollo es más de lo que nuestro planeta puede soportar, señala el Worldwatch Institute. Los bosques, las tierras agrícolas, las selvas y los territorios vírgenes disminuyen para dar espacio a la gente, las casas, los centros comerciales y las fábricas, señaló.

Según Halweil, el consumo no es intrínsecamente negativo. En estos momentos en el mundo hay casi 3.000 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios. En China, la demanda consumista ha estimulado la economía, creado fuentes de empleo y atraído la inversión externa, concluyó.

«Sería una tontería subestimar el desafío que significa controlar el marasmo del consumismo», señaló Flavin. Sin embargo, advirtió de que ante el coste de no controlar este apetito, es clara la necesidad de encontrar respuestas.

«En última instancia, atender necesidades básicas, mejorar la salud humana y apoyar un mundo natural que nos alimente a todos hará necesario que controlemos el consumo y que el consumo no nos controle a nosotros», concluyó Flavin. EFE – REPORTAJES.

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