Un reciente estudio aplicado por estudiantes de Medicina del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) arrojó, entre otros hallazgos, que en este país se da entre jóvenes un consumo elevado (47%) de las llamadas bebidas energizantes; y que un 25% de los casos se mezcla el líquido alcoholes.
Se calcula que el resultado es que potencian la función energizadora sobre el sistema circulatorio, lo que debe causar un efecto secundario peligroso.
Se dirá que se trata de una decisión del ámbito personal en el que ni la ley ni las autoridades tendrían nada que buscar. Pero resulta que ejerciendo una influencia positiva, el Estado ha impuesto la obligación de que la promoción y el comercio de tabaco y bebidas espirituosas se realicen siempre con la clara indicación de que se trata de consumos dañinos para el cuerpo humano.
Es preocupante que al mismo tiempo, en este país no se pretenda contrarrestar por medios propagandísticos, ni se procure de manera permanente orientar a la gente acerca de la difusión de anuncios que inducen a las personas a automedicarse o a buscar estimulación y fuerza con el uso de sustancias que aparenten ser inofensivas pero que encierran peligros.
Extendido uso alcanzan además los fármacos para la disfunción sexual (consumidos incluso por adolescentes y jóvenes que no los necesitan) como consecuencia de una proliferación de pastillas que son tomadas sin la prescripción médica de rigor.
En este año declarado de la Promoción de la Salud, el gobierno debería proponerse algún programa para difundir con amplitud una serie de consejos educativos contra los usos irresponsables de líquidos y pastillas que son mercadeados como seductoras panaceas para convertir a los individuos en físicamente invencibles.
Retraso
Una de las consecuencias negativas de la escasez de recursos que se causa a la Junta Central Electoral al mantenerse reducido su presupuesto recaerá sobre la urgente necesidad de actualizar de un modo masivo los documentos de identidad y electoral.
La cédula, que es imprescindible para la generalidad de los actos de la vida civil, hoy resulta para casi todo el mundo un carnet que completó su vida útil.
En el referido documento de identificación ya suelen estar contenidos unos datos personales que perdieron actualidad, incluyendo la fotografía. Muchos portadores que eran adolescentes al obtener el documento por primera vez, han adquirido a plenitud el aspecto de la adultez.
Frágil, incompleta y dudosa es esta tarjeta de identificación. Millones de personas van quedando al borde de una manifiesta imperfección documental. Somos unos cuasi indocumentados en nuestro propio país.
Es oportuno insistir en que el gobierno se acoja a la realidad de que la JCE no es solamente un organismo para elecciones. De sus funciones depende que la ciudadanía toda esté adecuadamente identificada.