Contagio fecal en el polígono central

Contagio fecal en el polígono central

En el gran Santo Domingo ha vuelto a cobrar notoriedad y está sobre el tapete el grave problema del manejo de las aguas cloacales o servidas. Hasta ahora el manejo de las aguas se ha hecho al estilo dominicano. Y este es a la ligera, improvisando y con ampulosas declaraciones a los medios de comunicación. Después de un tiempo se olvida el problema. Ahora parece que existe preocupación y se intenta ponerle atención al problema del agua disminuyendo en el Planeta. Y más que la isla ya soporta a unos 20 millones de habitantes. La Naturaleza demuestra su contrariedad por la situación, y provoca, por los grandes daños ecológicos, períodos de sequías muy severos y preocupantes.
Cada día, los que viven en el Polígono Central de la capital los arropa el temor del desastre ecológico por una explosión de materias fecales. Esta se produciría con la mezcla en el subsuelo de las aguas subterráneas de la zona con la inyección de aguas negras provenientes de la descarga de los cientos de pozos filtrantes. Y extrayendo agua del mismo subsuelo para el uso de las torres. Debido a la escasa cobertura del sistema del alcantarillado de aguas negras y con el explosivo crecimiento de la ciudad en los pasados 40 años, fue necesario continuar con la solución clásica de cámaras sépticas con filtrantes. Se evitó involucrarse en la construcción de grandes redes de tuberías rompiendo las calles. Y tampoco construir las plantas de tratamientos adecuadas. El actual sistema de alcantarillado de aguas negras es obsoleto y sus plantas de tratamiento están destruidas por falta de mantenimiento o desbordadas por la demanda de los usuarios. Y por los grandes descuidos de las autoridades responsables de su mantenimiento y operación. Enfrentarse al grave problema, que se ha creado por la inexistencia de sistemas de tuberías para recolección de aguas negras y la proliferación de filtrantes y pozos extrayendo agua contaminada, ha elevado el problema a unas dimensiones que supera la capacidad de las autoridades. También de las organizaciones comunitarias que inciden en la buena marcha de las áreas residenciales.
El caso del Polígono Central capitaleño, con la avenida Ortega Gasset al este y la avenida Winston Churchill al oeste, y teniendo al sur la avenida 27 de Febrero con la avenida John F. Kennedy al norte, es de una magnitud colosal para cualquier gobierno. El monto de los recursos requeridos supera la imaginación. Los presupuestos gubernamentales, aun cuando fuera con recursos externos no darían abasto por varios años. Se descuidarían sin apelación otras áreas urgidas de fondos para su supervivencia. Esas redes y plantas no se previeron para la década del 60 del siglo pasado después que se había iniciado la construcción del ensanche Naco en los terrenos del antiguo aeropuerto. Y mucho menos cuando la explosión urbana se extendió hacia el oeste de la avenida Abraham Lincoln con el ensanche Piantini, Julieta, Quisqueya, Paraíso y otros. Así las aguas negras inundaron el subsuelo y el agua lluvia corrió libremente por las calles para ocasionar los severos percances en el tránsito vehicular en las temporadas de lluvias. Pensar en construir un sistema de alcantarillado en el Polígono Central con su alta densidad poblacional y la presencia de una línea del Metro y la carencia de terrenos adecuados para una planta de tratamiento, haría irrealizable el proyecto. Aun cuando se utilizaran sistemas modernos de penetración del terreno con muchos pozos centrales y maquinarias de perforación horizontal. Sin mencionar los severos inconvenientes y traumas a los habitantes provocados por las calles obstruidas, polvo, ruidos severos de las retro excavadoras y compresores rompiendo la dura roca del subsuelo capitaleño.
Es necesario recurrir a otros métodos de la ingeniería sanitaria. El adecuado sería dotar a cada séptico de las edificaciones del polígono con un sistema de tratamiento primario, utilizado en casos similares en otras naciones, de manera que el líquido de descarga vaya al subsuelo sin contaminar el acuífero existente, el cual proporciona un importante caudal de agua de uso cotidiano en las torres y residenciales mediante su extracción con bomba sumergibles. Hasta ahora esa agua extraída del subsuelo está altamente contaminada. Es casi un milagro divino que no se haya desatado una epidemia de cólera u otras enfermedades gastrointestinales por el uso de ese líquido. Los organismos responsables deben enfrentar el problema, con técnicas innovadoras.

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