Contagio y contaminación en política

Contagio y contaminación en política

Eusebio Rivera Almodóvar

Aunque pudiera parecer lo mismo e interesadamente algunos los intercambian, no son lo mismo contagio y contaminación. Contagio implica la existencia de una condición mórbida (enfermedad) que puede ser transmitida a través de un organismo que podría pertenecer a cualquier familia o especie viviente, microscópica (muy pequeña) o macroscópica (muy grande) y produce enfermedades de gravedad variable y, en ocasiones, mortales. En cambio, la contaminación se refiere a todo lo que daña, descompone y transforma en inutilizable cualquier elemento natural, provocando polución y envenenamiento medioambiental. Ambas condiciones pueden combatirse con recursos físico-químicos purificadores, unos llamados medicamentos, otros antisépticos, pero los efectos a corto, mediano y largo plazo son diferentes. La contaminación daña, pero es raro que mate, el contagio enferma y es más frecuente que deje secuelas o sea mortal.
Nuestro sistema judicial está contagiado de corrupción, una pandemia mundial que ha sepultado grandes reputaciones y ha provocado enormes desgracias humanas en pueblos que han pasado de sociedades prósperas a comunidades buscadoras de comida en basureros, rogando por ayuda internacional en medicamentos y alimentos. Nuestro pueblo está contaminado con el clientelismo que muchos pretenden atribuir solamente al supuesto presidencialismo dominante, cuando lo real es que numerosos diputados y senadores tienen su propia clientela, sus manejos turbios a través del proverbial “hombre del maletín”, sus aumentos periódicos y antojadizos de sueldo, sus cofrecitos y barrilitos, lo que es muestra suficiente de que confiar en las cámaras legislativas para “salvar el país” no es más que una ilusión de contagiados de optimismo irracional o ridículo pendejismo.

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