Contando quiero decirte o el buen momento de la cuentística dominicana

Contando quiero decirte o el buen momento de  la cuentística dominicana

(Primera parte)

La antología Contando quiero decirte refleja el buen momento por el que atraviesa la cuentística dominicana. Si los cinco escritores que conforman esta antología fueran el róster o alineación de un equipo de béisbol, podríamos dormir tranquilos porque el campeonato estaría asegurado.
Rafael García Romero (el primer narrador que aparece en la antología) posee la habilidad de contar realidades paralelas que al final confluyen en una definitiva: en el cuento “Carga fúnebre” narra, por un lado, los eventos “reales” y, por otro, el significado sicológico o la interpretación que los hechos adquieren en los personajes. Ajeno a la cruel realidad que le rodea (la muerte de su madre) el personaje central, el niño cuyo nombre es pequeño Larú, se deleita con el significado de la palabra morir. No posee conciencia de la muerte; solo le fascina el sonido de la palabra.
Una constante diferenciadora de los cuentos de García Romero es la reflexión continua de narradores y personajes sobre el uso del idioma, como se puede apreciar en el siguiente fragmento: “El otro que hay en él y que habita su cuerpecito, surge a la hora de establecer un diálogo, sobre todo, por la forma de escoger las palabras para exponer sin rodeos sus particulares puntos de vista”. (p. 18)/ “Había conocido la fuente que unía la realidad con la fantasía y por primera vez, en sus pocos años de vida, sonrió satisfecho”. (p. 21)
Ese tipo de reflexión reaparece en “El bocal de seis flores” cuando el narrador reflexiona: “Ah, cómo reinan las palabras no en los hechos, sino por encima de la razón y de los hombres, por encima del poder y la obcecación”. (p. 25)
El cuento narra la decadencia humana, el deterioro irremediable del cuerpo y la siquis por el efecto demoledor del tiempo; también, las imposiciones del destino sobre los afectos. Pero además da fe de un hombre que habita en el mundo de las palabras, en las frases de los libros leídos. Como en otros cuentos de García Romero, la historia se reconstruye a través de un “recuerdo mutilado” (p. 30); vale decir, de la reinvención de los acontecimientos a través de una dudosa memoria y de los sueños. Solo que en esta ocasión los sueños constituyen una presencia opresora, a tal punto que hay un sueño dentro del cuento. Por su lógica alucinada, el sueño permite conectar poéticamente la locura con la lucidez.
Es necesario señalar que algunas narraciones de García Romero tienen una visión negativa sobre el tiempo. Esto se percibe en el cuento “Quiero tanto a Miki” cuando el narrador dice: “El tiempo no hace magia; y menos con la edad del abuelo”. (p. 39). Esta es otra historia que se destaca por la orfebrería lingüística, por la colocación con destreza de cada vocablo y por el juego con los tiempos verbales. Sus historias acontecen, repito, en varios planos narrativos, incluyendo el sicológico, lo que exige del lector una atención extra para que no se extravíe en la búsqueda de la verdadera historia, la que interesa al fin y al cabo en sus cuentos, la otra historia.
Algo similar ocurre en “Luna de miel”, cuento que incluye canciones populares, como las de Paloma San Basilio, Juan Luis Guerra y Luis Miguel. Se trata de un cuento impresionante debido a los elementos poéticos presentes, como cuando dice: “En principio no le dio importancia al cúmulo de nubes atravesadas por puñales de sol en el cielo”. (p. 45) Volvemos a encontrarnos con los rasgos diferenciadores de la cuentística de Rafael García Romero: mezcla de tiempos verbales, la conciencia lingüística y la superposición de planos narrativos matizados por la complejidad sicológica de los personajes.
El segundo cuentista incluido en la antología es Rafael Peralta Romero. En “Diablo azul” nos muestra una de sus facetas narrativas: la de los temas históricos ligados a la vida rural dominicana. En este caso específico, el cuento narra la historia de un hombre, José Blanco, quien nace producto de una violación durante la intervención norteamericana de 1916. Parte de la anécdota es contada por el mismo protagonista quien, más adelante, “entrega” la narración a Julio Natera, personaje entrañable, un verdadero hablador o contador de cuentos que posee la gracia del campesino dominicano. El uso continuo de arcaísmos y dominicanismos distinguen a “Diablo Azul”, estampa valiosa de ese acontecimiento histórico que modificó la vida cotidiana en la República Dominicana previa a la llegada al poder de Rafael Leónidas Trujillo. Otro aspecto a destacar en ese cuento es el humor, presente también en los demás cuentos de Peralta Romero, especialmente en “La maldición”, en el que un restaurante casi quiebra debido a la presencia necia de las moscas. Pero más que un efecto grotesco, las moscas producen en el texto un ambiente familiar, a pesar de sus malas costumbres de frecuentar vasos, sopa, bocas abiertas. El propietario del lugar se ve forzado a buscar las más insólitas estrategias para salvar su propiedad, incluyendo unos cálculos matemáticos precisos; leamos: “Se ausentó la mayoría de personas, ya despachadas, y cuando quedaban algunas quince las cuarenta y cuatro moscas se repartieron de modo que a cada parroquiano correspondió un promedio de 2.93 de ellas. (p. 68) Por supuesto, el índice de moscas todavía era muy elevado; la señora del propietario del restaurante luchó para bajar el promedio a “0. 5 mosca por persona en cualquier circunstancia”. (p. 69)
En “Paciente impaciente” destaca nuevamente el humor. Se trata de un texto breve acerca de la paradoja de ser un paciente impaciente, literalmente.
El cuarto cuento de Peralta Romero, “La palabra más importante”, aborda esa otra faceta en la que el escritor ha descollado: la literatura infanto-juvenil. El texto posee la virtud de la literatura didáctica; con la gracia y la sencillez léxica y sintáctica apropiadas para los jóvenes lectores, la historia transcurre con un debate entre las categorías gramaticales: cada una de ellas intenta imponer su criterio acerca de lo imprescindibles que son en la construcción del pensamiento.
Las dos primeras oraciones del cuento “Zapatos de espuma”, de Emilia Pereyra (la tercera narradora de la antología) establecen parte de su estrategia escritural, marcada por la inclusión de una realidad atravesada por los sueños y por el uso apropiado de la doble adjetivación; leamos: “Empezaba a penetrar al remanso del sueño cuando desperté abrumada, en medio de la densa oscuridad. El reloj, lumínico y sonoro, me anunció que eran las dos de la madrugada”. (p. 79) La estrategia se completa con un tercer elemento: la alteración sintáctica: “Quietud era cuanto albergaba mi alma; tranquilidad y calma, mi habitación”. (p. 79) Por supuesto, el lector sabe que tales recursos expresivos no aportarían mucho si no fuera porque la autora logra construir un universo mágico con ellos, un orbe que fluctúa entre la realidad y la alucinación. Y es el lector, precisamente, quien tendrá que desentrañar el significado del sueño que sirve de pretexto a este cuento y, más aún, solo el lector pondrá el punto final, porque su desenlace queda abierto a la imaginación.
El ambiente rural prevalece en “Hecho consumado”, narración que nos retrotrae a una realidad frecuente en un pasado dominicano no muy remoto: las jóvenes embarazadas antes del matrimonio eran confinadas a un infierno viviente. De nuevo la autora se vale de los sueños para crear por momentos escenas de alucinada poesía.

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