El director general de la Organización Mundial de Comercio -OMC- ha dado una muy mala noticia al anunciar que el organismo se apresta para revisar a la baja las estimaciones del comportamiento del comercio mundial para el 2015 y el 2016. Ello significa que no se espera una importante reactivación de la economía mundial, teniendo en cuenta que existe una interacción lógica entre las tendencias de la economía y del comercio. Por lo general como se mueve uno se mueve el otro. El pasado año se había estimado inicialmente que las exportaciones aumentarían un 5.3% y posteriormente un pronóstico corregido lo situaba en el 4%.
Aunque la economía estadounidense indica estar en vía de una fuerte recuperación, ese no es el caso aún ni de Europa, que en su conjunto representa un tercio del comercio internacional, ni del Japón, tercera economía del mundo. Por otra parte, ese mismo aletargamiento de Europa y Japón afecta a China que ha anunciado un «limitado» -aunque envidiable- crecimiento de solo el 7% para el 2015. Recuérdese que es ya la primera economía del mundo y desde hace varios años la líder exportadora. Sin embargo, ese crecimiento del 7% representa el nivel más bajo desde 1990, por 25 años. Asimismo, las economías miembros de la APEC habían acordado que en el 2015 las desarrolladas liberalizarían plenamente su comercio y para el 2020 el resto de las economías. La primera no se va a cumplir, por tanto, tampoco la segunda. Ese conjunto de naciones representa el 50% de la economía global y el 45% del flujo comercial mundial.
En ese contexto es de esperar que América Latina -ha advertido la CEPAL-, que ya lleva tres años de contracción de su comercio exterior, vea ahondar sus dificultades con un débil comportamiento de sus exportaciones y la caída de las importaciones. Según esa instancia especializada sobre la región perteneciente a la ONU, las exportaciones regionales crecieron 0.2% y 0.8% respectivamente en el 2013 y el 2014. A su vez, las importaciones, en los mismos años se desplomaron un 3% y 0.6%.
Ese impacto ha estado determinado por el bajo nivel de las exportaciones, principalmente a Europa y en alguna medida a China e, impactado por la baja en la demanda, por la reducción de los precios de los productos básicos de la región.
En consecuencia, para América Latina y el Caribe vuelve a hacerse evidente la urgencia de fortalecer y profundizar sus esquemas de, así como rediseñar su estrategia de desarrollo industrial para disminuir su dependencia del comercio de productos básicos y, más bien, agregarles valor.