Continúa el hambre

Continúa el hambre

JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ BURGOS
Resulta conmovedor, saber que con la quinta parte de lo que el mundo gasta, por ejemplo, en la lucha contra el SIDA, la tuberculosis y otras enfermedades o menos de los gastos de guerra en Irak se podría resolver el hambre en el mundo. Pero a las naciones eso no les importa aún cuando el hambre supone la muerte. Cinco millones de niños sufren de hambre, lo cual afecta a más de mil millones de personas en todo el mundo entero. Sin embargo, eso no mueve a compasión, a pesar de los datos del informe anual de la FAO. Sin embargo, se producen muchas proclamas por parte de los políticos de todas partes, quienes en campaña ofrecen, sabiendo que no podrán cumplirlo, que acabarán con el hambre. Y deberíamos tener presente, el número de seres humanos que mueren o enferman por falta de alimentos aportados a tiempo.

La escasez de alimentos se hace cada día más patética y no deja de aumentar cada año, además, ya el hambre no es sola exclusiva de los más pobres, pues como es sabido nueve millones de hambrientos malviven en los países más industrializados. Por eso la FAO se propone para el año 2015, reducir la cantidad siquiera a la mitad. Ese organismo se resiste a renunciar a ese objetivo, e insiste que todos los ciudadanos del mundo colaboren, para ver si es posible alcanzar dicha meta.

A éste obscuro panorama, también desolador, hay que añadir la delicada situación de más de 1,400 millones de trabajadores, cuyos salarios e ingresos totales son muy inferiores a dos dólares diarios.

La solución a este mal, es como rayo de esperanza tangible, que todos los países adopten programas a máxima escala para promover y desarrollar la agricultura y el desarrollo del campo, como lo han hecho Costa Rica, Uruguay y Chile, por mencionar solamente estos países, los cuales han logrado reducir su número de hambrientos.

El hambre, no se combate repartiendo fundas con comida o dando tarjetas de descuentos, no, se combate creando fuentes de trabajo permanentes, mientras más hambre existe en la población, más desnutridos deambulan por calles y más enfermos reclamarán asistencia en los hospitales públicos. La peor de la enfermedades es el hambre que azota a la gran mayoría del pueblo dominicano.

Cuando el hambre crece, en ese mismo ritmo disminuye la productividad de los trabajadores y mayores costes tienen la agricultura y las industrias. Un hombre o mujer, desnutridos, no pueden realizar esfuerzos apreciables, y su salud se va debilitando continuamente.

Para resolver éste grave problema se necesitan hombres y mujeres conscientes de esa problemática al frente del gobierno, que no desperdicien el tiempo laboral en las oficinas y que ofrezcan buenos servicios a la sociedad o lo que es lo mismo a los contribuyentes. Por eso descontinuar el reparto de fundas políticas e invertir ese dinero en mejorar la salud del pueblo y en defensa de nuestros niños que constituyen el futuro del país, y que bien nutridos serán mejores técnicos, profesionales y obreros más capacitados, debe ser la consigna.

Es penoso, que más de mil millones de seres humanos, dentro de los cuales, estamos los dominicanos, apenas tienen con que siquiera un día sobrevivir. Esto nos hace ver como, desde la economía, la política y la cultura, debe abordarse sin cerrar los ojos a este terrible y humillante problema: el hambre. Busquemos soluciones.

Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo para la Infancia (UNICEF), los datos sobre estos aspectos son aterradores, en el informe de éstos organismos se señala que 9 millones de personas padecen de hambre en el mundo y hasta mil millones de niños sufren el acoso de la miseria, la guerra y el SIDA con peligro directo para sus vidas. Estas estadísticas de alguna manera deberían generar vergüenza a los políticos y a las sociedades pudientes, estas últimas deberán exigir de los gobiernos un esfuerzo mayor en la ayuda por la alimentación. Debemos tener presente que el «acceso a un alimento sano y nutritivo no es privilegio ni capricho de una minoría, sinó un derecho básico contemplado en la Carta de las Naciones Unidas», hay que recordar y tener muy presente que los daños ocasionados por una alimentación insuficiente son inmensos para el desarrollo social. Esta es causa de la diabetes y la obesidad en los países pobres. Nuestro país no es ajeno a esta situación y deberíamos tomar como ejemplo, para su solución la de las 30 naciones del Africa Subsahariana, que han logrado reducir un 25% el porcentaje de hambrientos, es decir, con voluntad política y medios bien cubiertos, los progresos rápidos son posibles, sin ser demasiados optimistas, sólo tenemos que ponernos a trabajar.

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