El pensamiento liberador, para cambiar la historia del subdesarrollo que condena a nuestras naciones a constantes tensiones, continua pobreza, dependencia y corrupción; tiene que pensar en cómo el colectivo nacional (el conjunto empresarial, popular y estatal) crea y asume las líneas de nuevas ideas para introducir los cambios dentro de los que se alojarán las próximas generaciones.
Tenemos que diseñar la economía y construir la nación que necesitaremos en el mundo del 2025. )Con cuáles actitudes, con cuál poder y cuáles políticas nos revolucionaremos para potenciarnos? -También hemos de identificar los impedimentos.
Toda nueva visión implica rupturas, unas de tipo psicológicas, como por ejemplo cortar con los prejuicios, la inercia de los hábitos, o los miedos e incertidumbres ante lo desconocido que sólo el impulso de la necesidad vence; y otras de carácter más objetivo representadas por los medios e instrumentos elegidos para la elevación misma del modelo nuevo en creación, en el espacio del antiguo que va siendo desmolido, activo y resistente.
)Es posible salir del cascarón de las circunstancias que nos someten al subdesarrollo? )Necesitamos hacerlo? Preguntémoselo al polluelo que impelido por su instinto vital rompió el suyo; o veamos el caso opuesto, el del huevo huero, podrido por la irresolución del que no rompió a la hora el límite del suyo condenándose a la asfixia.
Como los pollos en el ejemplo, somos los pueblos. Un modelo económico-social es un espacio de circunstancias procreativas, que cuando se agota ha generado la vida o la potencia superior en la que se proyecta. El polluelo es mucho más que el huevo, siendo su negación y teniendo su origen en él.
Las circunstancias de la nación dominicana en el ambiente local e internacional, su animo tras las pasadas elecciones y ante el nuevo gobierno, son convenientes para romper su cascarón y remontar pronto vuelo, si tras de fines fundamentales actuamos como cuerpo contra el subdesarrollo.
Esto lo determinará la política y sobre todo la política de oposición a seguir por la diversidad de la nueva izquierda, la que con lluvia de ideas, reuniones y prácticas apartidistas, está humedeciendo los suelos de su proyección operativa.
Más real, sin centros hegemónicos como antes los hubo, multicolor, inorgánica y fraccionada en múltiples corrientes minoritarias, la cultura de izquierda es el tinte dominante del pensamiento de nuestra época. El peso de sus ideas es un poder reorientador en todo el mundo ante situaciones y coyunturas que han dejado fuera de la interactuación social y política a los viejos protagonistas hijos del período de la Guerra Fría. Como en otros lugares, en nuestro país, esta nueva izquierda no intenta aún meterse en lo hondo de nuestro largo plazo, fija su atención y la del país, en lo inmediato y a lo más, en las insustanciales campañas electorales en las que se recicla el modelo cada dos años, y las que mantienen distantes a actores económicos, sociales, políticos y culturales, que de otra forma se verían unidos, lejos de los partidos del estatus vigente, articulándose como socios del empeño común por una nación-sociedad agroindustrial, tecnológica, comercial, de servicios y cultural; eficiente, productiva, consciente de sus metas y socialmente satisfactoria.
Para tal objetivo algo de aquello con lo que hay que romper es con nuestro aldeanismo ideológico, propio del período de formación del Estado Nación, históricamente superado por la universalización e integración, traídos por el intercambio económico, los desarrollos tecnológicos y científicos y de todo otro género, con su inmediatez; lo que ha hecho de la geografía mundial un barrio común, un vecindario.
Amemos la patria como a nuestra casa, sintiéndonos ciudadanos del mundo sin fronteras, concientemente universalizados, y más libres y más pronto, actuaremos desencadenándonos del subdesarrollo, apropiándonos de todas las posibilidades que el mundo abre al alcance de nuestras potencialidades.
Dentro de nosotros mismos hay corrientes políticas limitadoras, que hacen base social arrimando ideológicamente a sus partidarios a las sombras de los pobres políticos desaparecidos, con épocas de nuestra geología social y geopolítica no reeditables. Anclar nuestra visión y llevar la del país hacia nuestro subsuelo de 1844-1863-1959-1965; con todo lo significativas de ellas, tiende a resultados regresivos y contribuiría al continuo reestablecimiento del orden cosas críticamente observado.
Para sacar al país de su crisis integral, hay que darle la espalda al pasado, tal como él nos pido que nos desliguemos de él, alejándose cada segundo más de nosotros.
Nuestra victoria contra el subdesarrollo es una meta alta pero posible, obliga a saltar gran parte de la etapa de desarrollo industrial propio seguido por las naciones más sólidas, para caer acoplados al nivel más próximo al avance de éstas. Es algo que sí podemos, negociando alianzas e inversiones extranjeras estratégicas y trabajando duro en lo propio, para poder prescindir de ellas o refundirnos.